El 7 de noviembre de 1936 toda la
ciudad de Madrid amanecía con un lema: “¡No pasarán!”. Las tropas sublevadas
contra la República desde julio de ese mismo año se habían marcado un objetivo:
la toma Madrid. La pérdida de la capital de la República sería un golpe moral
para las aspiraciones republicanas. Franco quería tomar la capital lo antes
posible. No lo consiguió en el golpe de Estado, pues los planes de Fanjul
fueron derrotados por el pueblo madrileño que tomó el Cuartel de la Montaña. No
los consiguió con sus embestidas por la zona norte, donde las unidades
milicianas lograron frenar a las tropas sublevadas.
Pero
desde septiembre-octubre la situación de Madrid era cada vez más crítica. La
toma de Badajoz por parte de las fuerzas de Yagüe y la toma de Toledo, cercaban
a la capital de España. Igualmente, Madrid sufría intensos bombardeos contra su
población civil. Cuatro columnas militares asediaban la ciudad. El general Mola
decía que una quinta estaba actuando ya en el interior de la ciudad (de ahí el
nombre del quintacolumnismo).
Largo
Caballero, presidente del gobierno, realizaba un cambio ministerial. El
gobierno se veía reforzado con la entrada de cuatro anarquistas. El “gobierno
de la victoria” lo llamaron. Sin embargo, una de sus primeras decisiones fue
abandonar la capital de la República y trasladarse a Valencia. “¡Viva Madrid
sin gobierno!” gritaban los anarquistas madrileños con las tropas asediando la
ciudad.
Para
la defensa de la ciudad, el gobierno de la República dejó instrucciones a los
militares José Miaja y Vicente Rojo. Había que constituir una Junta Delegada de
la Defensa de Madrid que dirigiera los designios de la capital. A pesar de que
la orden era que los sobres dejados con las instrucciones del gobierno no se
abriesen hasta horas después de la marcha del gobierno, la orden no fue
cumplida. Ante la sorpresa, Miaja vio que iban a estar solos en las duras horas
que le esperaba a Madrid. Nadie confiaba en su resistencia. Nadie daba un duro
por la capital de la República. Parecía que Miaja y Rojo solo iban a gestionar
la retirada y la derrota.
Pero
la idea que albergaba el pueblo madrileño y sus organizaciones populares era
muy otra. Madrid iba a ser una trinchera. Iban a defender Madrid para que no
cayese en manos de los sublevados. Iban a hacer todo lo posible para que el
general Mola no se tomase su café con leche a las cinco de la tarde en la
Puerta del Sol como había amenazado. Iban a intentar hacer posible lo
imposible.
En
primer lugar se constituyó esa Junta de Defensa de Madrid. Y todas las organizaciones antifascistas se
adhirieron a ella. El PSOE, el PCE, la UGT, la CNT, Izquierda Republicana,
Unión Republicana y el Partido Sindicalista la conformaron. Estaría presidida
por José Miaja Menant, militar profesional de probada lealtad republicana. Al
frente de las tropas que defenderían Madrid estaría Vicente Rojo Lluch, uno de
los militares más brillantes de la Guerra Civil. Su capacidad para organizar
esa defensa y de posteriores, le valió el ascenso a general en 1937. Su libro Así fue la defensa de Madrid muestra a
la perfección su participación en la defensa de la capital de España.
Junto
ellos actuaron otros militares, algunos procedentes de milicias, como Enrique
Lister, Adolfo Prada, José María Galán, Carlos Romero, Luis Barceló, Antonio
Escobar o Cipriano Mera. A ellos se uniría más tarde la columna Durruti,
procedente de Aragón. Pero en la defensa de Madrid hicieron aparición las
primeras unidades de la Brigadas Internacionales, el cuerpo de voluntarios
extranjeros que habían venido a socorrer a la República. Los nombres de Emilio
Kleber, Paul Lukacs o Hans Beimler comenzaron a hacerse famosos en Madrid. Las
memorias de la época recuerdan como aquello militantes extranjeros llegaban a
Madrid y desfilaban con la única idea de combatir al fascismo como la lucha de
sus propios países.
Estas
fuerzas se dispusieron en todos en los lugares estratégicos de la ciudad para
frenar el avance sublevado. Junto a ellos el pueblo de Madrid que colaboró en
esa resistencia. Hombres, mujeres e incluso niños cavaban trincheras y
pertrechaban la defensa. La trinchera de la República era Madrid. Madrid era la
trinchera donde se jugaba la suerte del antifascismo mundial.
Frente
a ellos los militares sublevados. Mola, Franco, Ben Mizzian, Moscardó, Varela,
Cabanillas, Castejón, etc. Unas fuerzas que eran muy superiores y estaban
apoyadas por los fascistas italianos y los nazis alemanes. Parecía que Madrid
no podría resistir mucho.
Pero
a veces la casualidad también juega en la Historia. Y la casualidad quiso que
los planes de la toma de la ciudad cayeran en manos de esa Junta de Madrid al
ser interceptado un militar sublevado que las llevaba encima. Eso permitió a
establecer un plan de defensa. Lo que iba a ser un paseo militar de los
sublevados se estaba convirtiendo en una tenaz resistencia. Franco no iba a
tomar la capital. Los enfrentamientos hicieron que el anarquista Buenaventura
Durruti se desplazase con sus unidades milicianas del frente de Aragón a
Madrid. Probablemente Aragón era más estratégico, pero para Durruti si caía
Madrid la guerra estaba perdida. La Columna Durruti se unió a las Brigadas
Mixtas del Ejército Popular de la República en formación, a las unidades
milicianas de Madrid encabezadas por los sindicatos obreros y las Brigadas
Internacionales. En esa lucha Durruti perdió la vida en los combates en la
Ciudad Universitaria, siendo su muerte aun hoy un misterio.
En
medio de toda la lucha, se produjeron acontecimientos en el interior de Madrid
que mancharon la imagen de la República. Esa Quinta Columna de la que hablaba
Mola actuaba en la capital. Fue una de las razones por la que se produjeron,
sin competencia gubernamental, las sacas de las prisiones madrileñas que
acabaron en los fusilamientos de Paracuellos del Jarama. Una cuestión aplacada
por el gobierno de la República, en la figura de su Ministro de Justicia Juan
García Oliver, y de la designación del anarquista Melchor Rodríguez García, que
frenó las sacas de las prisiones y puso fin a la represión en la retaguardia
republicana. La República era garantista y se hizo valer su legislación aun en
tiempos de guerra.
La
defensa de Madrid se hizo barrio a barrio, calle a calle, casa a casa. La única
idea que tenía el pueblo madrileño era no ceder. La Defensa de Madrid fue el
foco de todos los medios nacionales y extranjeros. Corresponsales de guerra
extranjeros plasmaron en sus crónicas aquellos días: Geoffrey Cox, Louis
Fischer, William Forrest, Mijail Koltsov, Ilsa Kulcsar, Martha Gellhorn, Jay
Allen, Herbert Matthews, etc. La Defensa de Madrid fue también narrada por los
cronistas de guerra de los distintos periódicos. Aquí los comunistas y los
anarquistas destacaron por encima del resto. Por parte de los comunistas habría
que destacar a Jesús Izcaray, Clemente Cimorra, Mariano Perla o Eduardo de
Ontañón. Por los anarquistas a José María Zambruno “Nobruzán”. Pero por encima
de todos emerge la figura de Mauro Bajatierra Morán. Anarquista y cronista de
guerra del periódico CNT, sus
crónicas son una combinación de dramatismo y humor, que al leerlas se siente la
cercanía del autor con el entorno de guerra. Bajatierra y “sus muchachos”, se
hicieron populares durante todo el conflicto. Todas estas crónicas nos muestran
a un pueblo heroico, confluyendo la historia como tal con hechos magnificados
para elevar la moral del combatiente. La propaganda como vehículo de
importancia en la guerra.
En
definitiva Madrid resistió. No cejó en su empeño Franco en tomarla, y volvería
a carga por maniobras alrededor de la capital que también fueron fallidas, como
la Batalla de Guadalajara como primera derrota del fascismo internacional. O
someter a la ciudad a duros bombardeos que provocaron centenares de víctimas.
Madrid resistió toda la guerra y solo al final, exhausta, no pudo resistir más.
El final de la guerra en Madrid es todo un acontecimiento que merece un
artículo independiente.
Las
jornadas de noviembre en Madrid y la resistencia de la ciudad para la causa
republicana fueron factibles por un combinado de diversas actuaciones. Pero en
lo que coinciden todos los protagonistas de aquellos acontecimientos es en la
actitud mostrada por el pueblo de Madrid frente a los ataques de los
sublevados. El pueblo madrileño logró que los sublevados no pasasen a la
capital. Y ese Madrid fue el reflejo para el antifascismo mundial que veía que
su suerte era la suerte del mundo.
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