Artículo publicado en la revista Cultura Libertaria editada por la librería-editorial LaMalatesta, con motivo de la Feria del Libro de Madrid.
Si
algo distinguió al movimiento obrero junto a su capacidad
organizativa y sus movimientos por la mejora de las condiciones de la
vida de la clase trabajadora, fue la ingente labor intelectual que
realizó. Una labor que hizo surgir una cultura, la cultura obrera,
que fue contraposición a la cultura burguesa dominante. Esta labor
llevó al obrerismo al desarrollo de imprentas, escuelas, centros de
formación y alfabetización, fundación de editoriales, etc., que
ponían al alcance de los obreros los conocimientos que la sociedad
del momento les negaba. Lo que generó fue esa cultura y centros de
socialización, modos de comportamiento que anticipaban el modelo
social que querían implantar.
Pero
esta labor tuvo a los anarquistas como los aventajados en los
primeros momentos. La impronta cultural nunca la perdió el
anarquismo pues ponía prácticamente al mismo nivel sus
reivindicaciones en el mundo del trabajo y sus deseos de formación
de la clase obrera. Eso explica la gran cantidad de periódicos,
revistas y libros anarquistas que circularon en el últimos tercio
del siglo XIX e inicios del siglo XX. Aunque las posiciones avanzadas
del liberalismo o el socialismo también pusieron en marcha
iniciativas progresista, las apuestas de los anarquistas siempre
daban un paso más. La implicación del anarquismo en el desarrollo
de las escuelas laicas, de proyectos de más amplio alcance como la
Escuela Moderna o en la apuesta editorial fue más que evidente.
Y
en todo ese proceso de formación de la cultura obrera y libertaria
la participación de la mujer fue fundamental. Sin sus aportaciones
al movimiento anarquista internacional sería imposible entender el
desarrollo del propio movimiento anarquista. A diferencia de otros
movimientos políticos e incluso de otros movimientos dentro del
obrerismo, la mujer fue pieza fundamental en el anarquismo tanto en
su labor organizativa como en su labor cultural.
Un
primer ejemplo sería la figura de la francesa Louise Michel. Maestra
de formación es uno de los mejores ejemplos de convinación de lucha
política y avance por la cultura que para los anarquistas formaba
parte de un mismo cuerpo. Así podemos ver a Louise Michel
combatiendo en las barricadas de la Comuna parisina en 1871,
colaborando para la reorganización educativa en la propia Comuna,
aprendiendo la lengua de los aborígenes en su destierro, fundando
periódicos, encabezando manifestaciones contra el paro y el hambre,
etc. Una muestra de lo que significaba para una mujer el anarquismo a
finales del siglo XIX. Sus acciones y su legado se puede asimilar a
muchas otras mujeres del anarquismo como Nathalie Lemel, Jeanne
Hachette o Elizabeth Dmitriev entre muchas otras.
Otro
ejemplo de ese desarrollo cultural en el anarquismo es Emma Goldman.
A Goldman la podemos seguir fundado sindicatos en EEUU, participando
en periódico, contribuyendo al avance de la educación racionalista
en EEUU, participando de forma activa en la Revolución rusa,
contribuyendo a escribir y rescatar las páginas de la historia del
anarquismo, etc.
Pero
se nos podría decir que hablamos en muchas ocasiones de personas
vinculadas a los medios intelectuales de la época. Sin embargo las
integrantes de extracción obrera también participaron de forma
igual en el desarrollo cultural e intelectual del anarquismo. Ponemos
como ejemplo a Teresa Claramunt. Obrera del textil, su contribución
no se ciñó exclusivamente a la organización obrera (la primera
mujer que organizó una asociación obrera de carácter exclusivo de
mujeres) sino que también estuvo presente en la fundación de
periódico y en el desarrollo de iniciativas de carácter educativo
para el anarquismo.
Una mención especial.
Teresa Mañé (o Soledad Gustavo)
Debido a que en este 2015 se
cumplen 150 años de su nacimiento, merece la pena recordar a una
mujer que es el mejor ejemplo de relación entre cultura y
anarquismo. Teresa Mañé, más conocida como Soledad Gustavo, tiene
la desventaja histórica de haber estado entre dos personajes
determinantes en la historia del anarquismo: Juan Montseny (Federico
Urales) – su marido – y Federica Montseny – su hija – . Sin
embargo acercarnos a la figura de Teresa Mañé es conocer el
verdadero motor de la familia Montseny en todos los proyectos que
realizaron desde finales del siglo XIX hasta el final de la Guerra
Civil en 1939.
Teresa
Mañé nació en el pueblo de Cubelles en 1865. Nació en el seno de
una familia acomodada y vinculada al republicanismo federal lo que
determinó la ideología de la propia Teresa. De formación maestra,
Teresa Mañé comenzó a dar clases en la Escuela Laica de Vilanova i
la Geltrú, fundando posteriormente la Escuela Laica de Reus y
formando parte de la Confederación de Maestros Laicos. No fueron
cuestiones fáciles, ya que recibieron ataques de los sectores
clericales de la zona.
Su
pasión por la enseñanza y el laicismo no fue la única contribución
de Teresa Mañé. También comenzó a colaborar con periódico como
El
Productor o
La
Tramontana.
Alli comenzó a tomar contacto con las plumas más importantes del
anarquismo: José Llunas, Anselmo Lorenzo, Fernando Tarrida de
Mármol, etc. Participó en el II Certamen Socialista con un trabajo
sobre el amor libre y fue entusiasta seguidora del “anarquismo sin
adjetivos” de Tarrida de Mármol.
En 1891 se casó con Juan
Montseny. Y esa unión hizo nacer multitud de proyectos de profundo
calado para el anarquismo. Tras los agitados años que median entre
el atentado de Pallás y la bomba de Cambios Nuevos, los
Mañé-Montseny se trasladaron a Madrid y allí hicieron nacer el
proyecto periódistico y cultural que probablemente es más
importante en la historia del anarquismo: La Revista Blanca. Por sus
páginas escribieron las plumas más importantes del anarquismo
internacional y de la intelectualidad de la época. Un proyecto que
pasó por dos etapas. La primera entre 1898 y 1905, año del
nacimiento de Federica, y la segunda entre 1924 y 1936. Junto a ella
nació también la colección de “La novela ideal”, pero también
otros proyectos como el “Suplemento de la Revista Blanca” o el
periódico “Tierra y Libertad”
Teresa
Mañé es también autora de numerosos folletos teóricos que dio una
importante aportación al anarquismo español. Textos como El
amor libre,
La
sociedad futura,
A
las proletarias,
El
sindicalismo y la anarquía
o Política
y sociología
son breves pero importantes aportaciones al cuerpo teórico del
anarquismo español. También, gracias a Teresa Mañé, se conoció
en España obras de escritores como Octave Mirbeau, George Sorel,
Jean de la Hire o Louise Michel, por las traducciones que realizó
del francés al castellano.
Aunque
la labor productiva de Soledad Gustavo se concentra entre 1891 y
1905, posteriormente tuvo también importantes aportaciones a traves
de la prensa, las traducciones citadas y en ser el verdadero motor
intelectual y administrativo de los proyectos de los Mañé-Montseny.
No fue una vida exenta de
polémicas. Teresa Mañé cochó con algunos militantes de la época.
La familia Mañé-Montseny fue acusada en ocasiones de exceso de
intelectualismo. Además fueron polémicas sus posiciones, por
ejemplo, respecto a la Primera Guerra Mundial, enmarcandose de forma
más cercana a las posiciones de Kropotkin o de Ricardo Mella en un
anarquismo “aliadófilo”.
Pero
es indudable la labor y la aportación de Teresa Mañé a la cultura
anarquista. Sus aportaciones durante la Segunda República fueron más
modestas y durante la Guerra Civil inexistentes. La llegada de las
tropas franquistas a Barcelona hizo que Teresa Mañé tuviese que
huir falleciendo pocos días después en Perpiñán.
La historia de Teresa Mañé
es la historia de muchas otras mujeres. Ella solo es un ejemplo a
unir a otras como Lucía Sánchez Saornil, Federica Montseny,
Mercedes Comaposada, Soledad Estorach, Libertad Ródenas, Concha
Liaño, Amparo Poch Gascón, Antonia Fontanillas, Suceso Portales y
un largo etcétera. Pero era necesario rescatar a Teresa Mañé en su
150 aniversario
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