No quiero escribir una necrológica
simple de Moncho Alpuente. No quiero que sea algo usual para alguien
al que conocí y con el que compartí algunas cosas. Por eso he
querido titular esta necrológica con el título que le dio a uno de sus últimos artículos aparecido en el periódico CNT.
Cuando me enteré el sábado por la
mañana que Moncho había fallecido de un infarto no daba crédito.
No hacía mucho que había hablado con él. Rápidamente me metí en
las webs de la prensa generalista. Muchos lo reseñaban. Hablaban de
sus colaboraciones en El País,
de sus inicios en grupos como “Las madres del cordero” o “Moncho
Alpuente y los kwai”, de sus últimas colaboraciones en Público,
etc. Pero en ningún momento hicieron mención de su compromiso, de
su posición clara con el movimiento libertario, etc.
A Moncho le conocí hace muchos años. Fue en el curso de unas
jornadas libertarias que organizó la CNT de Alcalá de Henares. Era
el año 1998, si no recuerdo mal. A Moncho se le invitó para dar una
charla sobre manipulación de los medios de comuncación. Me tocó
hacer de maestros de ceremonías. Fuimos a comer, charlamos, etc.
Conectamos bien desde el primer momento. La charla fue un completo
éxito. Un personaje como Alpuente no deja de ser llamativo en una
ciudad pequeña como Alcalá.
A partir de ahí comenzamos a tener un contacto fluido. Le invitamos
a distintos sitios y siempre era su enlace. Según Mocho yo
organizaba muy bien las charlas. Algo que le agredecí mucho.
La última vez que nos vimos fue en Guadalajara. En otras jornadas
libertarias. Y la temática la misma. Viajamos juntos en el coche.
Jamás me imaginé que era la última vez que iba a ver vivo a
Moncho.
Muchas cosas podría destacar de Moncho. Era alguien directo. No se
casaba con nadie. Si tenía que criticar alguna cosa, lo iba a hacer
en el contexto que fuera. Y eso siempre se agradece. Como él mismo
decía, era algo que le ocasionío algún problema de vez en cuando.
Pero Moncho era así.
Nadie mejor que él podía hacer un repaso a la manipulación que
ejercen los medios de comunicación. El franquismo censuraba. Pero
Moncho dejaba claro que la democracia también. Quiza por aquello de
que de la ilegitimidad del régimen franquista proviene la
legimitidad del actual. Antes de que muchos criticasen el regimen de
78, personas como Moncho ya lo hacían. Su resonancia era escasa,
pero ahí queda.
Pero Moncho tenía otros valores.
Era mordaz y ácido. Tenía sentido del humor. Algo fundamental en
los pensamientos críticos. Todavía recuerdo aquel debate en TV
donde discutió con el entonces presidente del Atlético de Madrid,
Jesús Gil. Buena intervención de Moncho. Luego le costó que
diversos integrantes del Frente Atlético el boicotearan algunos
actos.
Junto a todo esto, Moncho era un
buen periodista. Un ejemplo de lo que se denomina periodismo crítico.
O de lo que hoy denominamos periodismo situado. Porque para Moncho no
solo era necesario plasmar la noticia. También se tenía que
interpretar. Y lo mismo que muchos se hacían llamar “independientes”
y esa independencia solo era un postureo, Moncho no escondía sus
opiniones. Algo de mucho valor para una sociedad donde las
apariencias importan más que las realidades y los hechos.
A Moncho se le podía seguir en
muchos lugares, no solo a través de sus mordaces artículos
periódisticos. También podíamos conocer a Moncho como cantante. A
beneficio de los huérfanos, una
de esas canciones que a muchos nos ha marcado. Una forma de mostrar
la hipocresía que las clases altas tienen para con los pobres. Una
muestra en música de lo que Berlanga hizo con su gran película
Plácido. Hay que
destacar también su “Moncho Alpuente y los Kwai” así como su
proyecto musicial con su gran amigo El Gran Wyoming en “The Moncho
Alpuente Experience”.
Pero no se quedó ahí. Programas
de televisión y de radio también atesoras la biografía de Moncho.
Colaboraciones críticas y mordaces que han dejado huella para
aquellos que le seguiamos.
Y esa pluma también la disfrutamos
en libros. Buenos libros, con gracia, didácticos y divulgativos.
Para tomar conciencia con una buena dosis de risa. Aquí destaco su
Como escapar del 92,
Operación centollo o
Grandezas de España: la historia más grande jamás
contada con menos escrúpulo.
Alguno de estos libros muy enmarcados en la época en la que realizó
la escritura.
Que grande era Moncho. Tanto que ni
siquiera se llamaba Moncho. Su verdadero nombre era Ramón Más
Alpuente. El periodismo de este país debería de aprender de un
periodista como Moncho Alpuente. Cuando ahora ves en televisión
muchas tertulias y la alaracas que muchos dicen es cuando nos daremos
cuenta de la falta que nos va a hacer Moncho Alpuente.
“El capitalismo es como
el cerdo, de él todo se aprovecha, sus desechos alimentan a los
fondos buitres y a los fondos de reptiles”.
Esta es una de la frases que escribió uno de sus últimos artículos
Hoy
ya no vamos a poder leer los artículos de Moncho. Ni el CNT,
ni el Público,
ni en Mongolia,
ni en Cáñamo,
etc. Ya no vamos poder pedirle una colaboración para Diagonal.
Pero su práctica periodística, su visión de las cosas es lo que
tiene que permancer.
Salud, amigo. Salud Moncho, que la tierra te sea leve
1 comentario:
Muy buen texto. Una pena, la verdad.
Salud y abrazos!!
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