Artículo publicado en el número 421 del periódico CNT (Octubre-Diciembre 2019)
El 13 de octubre de 1909 era
fusilado en el Castillo de Montjuich el pedagogo Francisco Ferrer Guardia. Un
Consejo de Guerra le había condenado a dicha pena como “cerebro” de la conocida
como Semana Trágica de Barcelona. Un pretexto falso que servía como excusa a
unas causas más profundas y que tenían a Ferrer en el punto de mira desde hacía
muchos años. El odio que los sectores conservadores, clericales y pudientes de
la sociedad española tenían contra Ferrer necesitaba un pretexto para poder
eliminarlo.
¿Pero
quien era ese Francisco Ferrer que tanto odio despertaba en los sectores
clericales de la sociedad? Nacido en Alella en 1859 y a pesar de haber tenido
un entorno muy próximo al catolicismo, desde muy temprano Francisco Ferrer
comenzó a tener contacto con los círculos republicanos y anticlericales,
ingresando en una logia masónica y estudiando de forma autodidacta.
Como
muchas personas avanzadas de la época, la primera opción de Ferrer fue el
republicanismo, conociendo la obra de Francisco Pi i Margall. Sin embargo, su
trabajo le permitirá viajar con frecuencia entre España y Francia, tomando
contacto con los círculos de Manuel Ruiz Zorrilla, del que fue su secretario, y
su Partido Republicano Progresista. Las estrategias del zorrillismo consistían
en promover movimientos revolucionarios que trajeran a España la República.
Esto llevó a Ferrer a participar u apoyar levantamientos republicanos como el
de Santa Coloma del Farnés en 1884 o el pronunciamiento del general Villacampa
en 1886.
Pero
Ferrer, en contacto con círculos internacionalistas y anarquistas, comienza a
matizar sus posiciones respecto a la República, adhiriéndose a distintas
iniciativas y congresos de librepensadores. Junto a una turbulenta vida
sentimental, Ferrer comienza a estudiar de forma más profunda las iniciativas
de renovación pedagógicas que se están dando en Europa y que tiene a los
anarquistas como principales protagonistas. Las aportaciones de Charles Malato
o la aplicación práctica del Orfelinato de Cempuis de Paul Robin fueron
cuestiones que impactaron mucho a Ferrer.
Ello
le llevó a concebir la idea de fundar una escuela donde poder introducir dichos
valores. Algo que se materializó cuando en agosto de 1901 fundó en Barcelona la
Escuela Moderna en la calle Bailén, producto de una herencia recibida de una
antigua alumna de Ferrer (Ernestina Meunier). Ferrer concibió su Escuela
Moderna con los conceptos pedagógicos más renovadores. La coeducación de sexos,
el racionalismo, el cientificismo, el contacto del alumno con la naturaleza, el
desarrollo libre de la mentalidad del alumno, laicismo, abolición del examen y
del premio y el castigo, etc., fueron valores trasmitidos por Ferrer en su
iniciativa. Al calor de la Escuela Moderna se fundó una editorial con el mismo
nombre, donde trabajaron como traductores intelectuales del movimiento obrero
libertario como Anselmo Lorenzo y desde donde se dieron a conocer las obras más
revolucionarias del pensamiento científico como las de Elisée Reclus o Piotr
Kropotkin. Además, la Escuela Moderna editó un boletín y realizó actividades
como las conferencias de los domingos. Por sus aulas e institución pasaron y
participaron los intelectuales más prestigiosos de la época como Pompeyo Gener
u Odón de Buen.
Su
proyecto pedagógico pronto fue imitado por otros centros y la Escuela Moderna
comenzó a crecer exponencialmente. Si el primer curso lo cerraron con 32
alumnos, en 1903-1904 ya alcanzaban los 114. Un crecimiento que fue visto como
un peligro por los sectores clericales de la ciudad de Barcelona, que vieron en
Ferrer un enemigo a batir. Por ello comenzaron a perseguir a Ferrer, intentado
con ello acallar su obra en la Escuela Moderna. No era un secreto que Ferrer
era partidario del desarrollo del movimiento obrero y que había participado en
él con apoyo económico a muchas de sus iniciativas.
El
primer intento serio de acabar con Ferrer se presento tras el atentado que
Mateo Morral perpetró contra el rey Alfonso XIII el día de su boda el 31 de
mayo de 1906. El hecho que Morral fuese bibliotecario de la Escuela Moderna fue
razón suficiente para vincular a Ferrer con el atentado. Detenido y juzgado fue
absuelto por falta de pruebas, pero las actividades pedagógicas de la Escuela
Moderna fueron suspendidas.
El
segundo intento consiguió su objetivo. La movilización obrera que se produjo en
Barcelona entre julio y agosto de 1909, por oposición al embarque de soldados
para la guerra de Marruecos y la conflictividad social por las carestías que se
daba en la ciudad, provocó un movimiento revolucionario que ha pasado a la
historia con el nombre de Semana Trágica. La dura represión que se ejerció
contra la misma alcanzó a Ferrer, que fue acusado de ser el inductor del
movimiento a pesar de no tener ninguna vinculación con el mismo. En esta
ocasión un Consejo de Guerra le llevó al paredón, a pesar de la inexistencia de
pruebas y de que poco después de su fusilamiento fue reconocida su inocencia.
Una
oleada de protestas en España y Europa dieron a ver la dimensión que las
aportaciones de Ferrer habían ofrecido al movimiento de renovación pedagógica y
cultural. La monarquía de Alfonso XIII quedó erosionada, así como la figura de
personajes como Antonio Maura que tuvieron especial inquina contra el pedagogo.
La
desaparición de Ferrer no significó el fin de su legado. Su obra póstuma La Escuela Moderna sirvió para dar a
conocer sus postulados pedagógicos que se extendieron no solo por España sino
por el mundo con iniciativas y experiencias. En 1911 fue erigida una estatua en
Bruselas en recuerdo de Ferrer que ya en la década de 1990 fue reproducida en
Barcelona.
Lo
interesante de Ferrer no es solo su vida sino comprobar como 110 años después
de su fusilamiento sus presupuestos pedagógicos aun tiene vigencia y aplicación
para la renovación de nuestro sistema educativo. Ese es el mejor homenaje a
Ferrer y su obra.
1 comentario:
Creo que las aportaciones de la Escuela Moderna no se han valorado adecuadamente. Y lo merecen. Una dimensión de la que se habla poco es su aportación a la liberación de la mujer.
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