11 de mayo de 1940. Segundo
Consejo de Guerra al que se enfrentó Melchor Rodríguez en pocos meses. Ese día,
tras toda la lectura del pliego de acusaciones (detención del ex ministro
Salazar Alonso por parte del grupo de Melchor Rodríguez y que acabó con la
muerte de este en prisión o el de la detención de los hermanos González
Amezúa), cuando el presidente el Tribunal García Marcí, dice si alguien en la
sala tiene que decir algo más, alguien se levanta y dice “-Yo”. Es Agustín
Muñoz Grandes. Uno de los militares golpistas, preso en la retaguardia
republicana y que tras la Guerra Civil dinamizó la División Azul que fue a
ayudar a Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Muñoz Grandes le debe la vida a
Melchor Rodríguez y ese día entregó un pliego de 2000 firmas al Tribunal
amparando la actuación de Melchor en la retaguardia republicana. Allí le
denominan el Ángel rojo, como le
conocía muchas personalidades del régimen franquista. Pero Melchor, en su turno
de descargo, dice lo siguiente:
“Con su permiso, yo no soy cristiano, soy
anarquista. Siempre creí que hacía lo correcto. Cumplí con el deber que la
República me había encomendado. Toda mi vida luché por la libertad, defendiendo
los ideales anarquistas. También los defendí durante la guerra, cuando tenía
bajo mi custodia a miles de hombres acusados de conspirar contra el régimen
legal que existía en España. Si merecían castigo o no, no era yo quien debía
aplicarlo, y sí los tribunales competentes, por ello y de acuerdo con mis
propios ideales les traté con el respecto que para todos los anarquistas
merecen todos los seres humanos. No digo esto para pediros clemencia, pues
reafirmo una vez más mis ideales, y si para demostraros que la CNT y la FAI
están integradas por hombres honrados, que si en los momentos de peligro
responden a la violencia con violencia, saben ser humanos con el vencido. No
voy a jurar por ningún dios, pero les doy mi palabra de honor de que jamás
cometí un crimen ni ayuda a cometerlo”.
Así
se defendió Melchor Rodríguez, según testimonio de otro anarquista, Manuel
Pérez, y rescatado por Alfonso Domingo en su libro El ángel rojo. La historia de Melchor Rodríguez, el anarquista que
detuvo la represión en el Madrid republicano (Almuzara, Barcelona, 2010). A
pesar de esta defensa, Melchor fue condenado a muerte, aunque su condena fue
conmutada a 20 años, y al final pudo beneficiarse de la libertad condicional.
Libertad condicionada, ya que posteriormente a esa fecha Melchor “visitó” más
veces el presidio por su implicación en la reconstrucción del
anarcosindicalismo en la clandestinidad. Y así hasta su muerte el 14 de febrero
de 1972 en Madrid.
Un anarquista llamado Melchor Rodríguez
El
movimiento anarquista introdujo en su entorno una cuestión fundamental para
entender su triunfo social entre la clase obrera: el pragmatismo. Los
libertarios, al impulsar sus sindicatos y organizaciones, fueron pragmáticos.
Trabajaron en un entorno obrero y dieron respuestas que fueron convincentes
para esa clase obrera. De no haber sido así, el anarquismo no habría pasado de
ser una anécdota en la historia de España. Un movimiento que no solo intervino
en la política del momento con sus propias herramientas, sino que creo todo un
espacio de sociabilidad y de cultura que le convirtió justo en lo que quería
ser: una alternativa al sistema económico capitalista. De hecho el anarquismo
nació como respuesta a ese industrialismo y capitalismo que consideraron lesivo
para la humanidad.
Un
movimiento tan amplio, tan ecléctico en muchas cuestiones, dio muchos
militantes. Y algunos de ellos destacaron por su implicación, por sus acciones
o por sus escritos. Y dentro de esos militantes cabría inscribir la figura de
Melchor Rodríguez García.
Azarosos inicios
Melchor
Rodríguez nació en el sevillano barrio de Triana el 30 de mayo de 1893 en seno
de una familia obrera y humilde. Quizá la historia de Melchor habría sido otra
si hubiese triunfado en el medio donde comenzó a dar algunos pasos: el toreo. Incluso
tiene referencia en la enciclopedia taurina de José María de Cossío. No era
inusual en la época encontrar a hijos de clase obrera que buscaban suerte como
maletillas. Cabe recordar a aquí que el poeta Federico García Lorca fue
fusilado en agosto de 1936 junto a un maestro y dos banderilleros anarquistas.
Sin
embargo, el mundo del toreo no era fácil para quienes no tuvieran posibles o padrinos que apostaran por ello. Además tuvo
una grave cogida que le apartó definitivamente de las plazas de toros. Melchor,
que se quedó muy pronto huérfano de padre, le tocó trabajar duro para poder
ayudar a su humilde familia (su madre era cigarrera). Trabajando de calderero
llevaba un jornal a casa. Y fue en el mundo obrero donde llegó a su
conocimiento las ideas que serían el leiv motiv de su vida: el anarquismo.
Madrid. Corazón de España
Muy
pronto Melchor se hizo sindicalista. Lo hizo en un momento clave en la historia
del movimiento obrero español. Los ecos de la revolución que había triunfado en
Rusia, hizo que el movimiento obrero cogiese fuerza e influencia. El ciclo
huelguístico que se abrió en 1917, con el histórico pacto entre la CNT y la
UGT, llevó a más de un triunfo de los trabajadores sobre la patronal. El más
importante, el producido tras la huelga de la Canadiense en 1919, que desplazó
a una delegación de la CNT a negociar y aprobar la reivindicación histórica de
las 8 horas de trabajo. Un creciente poder del movimiento obrero que conllevó
una reacción patronal violenta, inaugurándose los oscuros años del
pistolerismo.
En
ese contexto Melchor Rodríguez se trasladó a Madrid. La capital de España
también había sido protagonista de la movilización obrera. Mauro Bajatierra,
panadero y periodista anarquista madrileño, dejó todo lujo de detalles de la
movilización de agosto de 1917 en Madrid en su obra Desde las barricadas. Una semana de revolución en España. Las jornadas
de Madrid de agosto de 1917. A ese Madrid movilizado llegó Melchor en 1921.
El anarquismo madrileño era entonces embrionario. Contaba con la existencia del
Ateneo Sindicalista, base de la futura CNT, y el Centro de Estudios Sociales.
La figura por antonomasia de ese anarquismo era el ya citado Mauro Bajatierra.
La CNT aun no había desarrollado sus estructuras, lo que hizo que la inmensa
mayoría de los trabajadores se afiliasen a las sociedades obreras de la UGT. Lo
hicieron por conciencia de clase, porque creían que sus intereses tenían que
estar defendidos por los sindicatos obreros. La dinámica interna, que estos anarquistas
dieron a las distintas sociedades obreras, intentó cambiar el rumbo, sin
conseguirlo, de una organización muy anejada al Partido Socialista, rivales
políticos de los anarquistas.
Melchor
se afilió a la sociedad obrera de la UGT de su oficio. Como lo estaba Bajatierra.
Como lo estaba Cipriano Mera. Pero cuando estos militantes vieron que sus ideas
eran más influyentes y en su sector se movía un modelo de organización obrera
diferente al de la UGT, se lanzaron a la fundación y desarrollo de los
sindicatos únicos de la central anarcosindicalista. Melchor Rodríguez fue uno
de los fundadores de la CNT madrileña. Y será uno de sus grandes dinamizadores.
Así
será como Melchor Rodríguez se fue ganando fama de sindicalista. Un
sindicalista que defiende a los trabajadores y que es detenido, de forma
intermitente por ello. Muy pronto el joven Melchor sabe lo que era estar en
prisión. Pero Melchor Rodríguez no se quedaba solo en el campo sindical. Los
trabajadores tenían que adquirir conciencia de clase y defender sus derechos.
Pero también necesitaban ideas para combatir al capitalismo. Y esa idea, para
Melchor, no podía ser otra que el anarquismo. Por eso, junto a su militancia
sindical, participó también de la fundación de grupos específicos anarquistas
que agitasen las ideas libertarias entre los trabajadores y la población. Por
eso, Melchor Rodríguez fue, junto a personajes como Tomás Cano Ruiz, José
Alberola, Manuel Buenacasa, Eleuterio Quintanilla o el omnipresente Mauro
Bajatierra, uno de los fundadores de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en
1927. Una organización cuya leyenda negra (injusta) ha desfigurado su verdadera
importancia en el campo político y social. Melchor fue uno de los impulsores,
integrantes y dinamizadores.
Así
es como su traslado a Madrid terminó por completar la formación de un Melchor
Rodríguez anarquista, que sería fundamental la historia del anarquismo
madrileño.
La República. Madrid y el
anarquismo
La
llegada de la República a España el 14 de abril de 1931 no fue casual. Ni
siquiera producto de unas simples elecciones municipales. Durante años la
oposición a la dictadura de Primo de Rivera y, por extensión, a la monarquía de
Alfonso XIII que la había posibilitado, generaron un estado de opinión en la
población española que desembocó en un cambio de estructuras políticas y de
forma de Estado. Y los anarquistas no fueron ajenos a ese cambio. Por el
contrario, intentaron a veces en solitario y la mayoría de las ocasiones en
coalición, llegar a inteligencias con la oposición republicana para dar un
cambio de rumbo a España.
Melchor
Rodríguez participó de esa movilización. Sus escritos así lo avalan. Cuando en
1930 la extrema izquierda republicana fundó en Madrid el periódico La Tierra, Melchor Rodríguez, junto a
otros anarquistas, fue una de sus plumas más cotizadas. Esto no quiere decir
que La Tierra fuese un periódico
anarquista (era republicano) ni que Melchor fuese republicano (era anarquista).
Pero en aquel momento existía un interesante grupo en Madrid que se movía en
los márgenes del republicanismo y del anarquismo, que fueron voceros de una
izquierda crítica que no iba a dar un cheque en blanco a la República. Los
anarquistas, que carecían entonces de un medio de comunicación propio en Madrid
(hasta la fundación del periódico CNT en
1932), vieron en La Tierra el medio
que posibilitaba que sus ideas quedaran plasmadas en la sociedad. Allí Melchor
coincidió con la flor y nata de la intelectualidad republicana del momento:
Salvador Cánovas Cervantes, Eduardo de Guzmán, Salvador Sediles, Emilio
Balbontín, César Falcón, etc.
Pero
también Melchor, como anarquista, participó y trabajó por el desarrollo del
movimiento libertario en Madrid. En el congreso del Teatro Conservatorio (hoy
María Guerrero), estuvo con las figuras más importantes del movimiento
libertario del momento: Ángel Pestaña (que fue elegido Secretario General de la
CNT), Juan Peiró (director de Solidaridad
Obrera), Valeriano Orobón Fernández, Manuel Buenacasa, Cipriano Mera, los
González Inestal, etc. Allí también estuvieron Durruti, Ascaso, García Oliver,
Montseny, etc. Incluso coincidió con figuras anarquistas de primer orden
internacional como Agustín Souchy o Rudolf Rocker.
Y
es que el anarquismo madrileño fue muy peculiar y, quizá, paradigmático de lo
que fue anarquismo en general. Mientras en Cataluña, Valencia o Aragón, el
movimiento libertario era hegemónico, en Madrid le tocó competir con los
socialistas en el desarrollo del movimiento obrero. Y la actividad de muchos de
sus sindicatos y grupos específicos de la FAI le llevó a tener una influencia
nada desdeñable, llegando a arrebatar a la UGT la hegemonía en sectores clave
como la construcción o la gastronomía.
Melchor
Rodríguez fue uno de los protagonistas de todo aquello. Desde la CNT dinamizó y
participó en distintas luchas obreras, que le llevó en más de una ocasión a
prisión. Denunció desde las páginas de La
Tierra políticas que llevaba a cabo el gobierno republicano-socialista y
que, a su juicio, eran lesivas para el desarrollo de la clase obrera. Muy
característico fue su enfrentamiento con Ángel Galarza, diputado
radical-socialista y Director General de Prisiones. Melchor denunciaba que la
política represiva de la República era inadmisible y que el delito de prensa
seguía vigente y era incompatible con la democracia.
Melchor
Rodríguez fue en esos años uno de los impulsores del grupo anarquista de la FAI
“Los Libertos”. Lejos de esa visión del “pistolero anarquista” que se ha
intentado trasmitir en la historiografía, los faístas se enzarzaron en debates
sobre la conveniencia de acuerdo o no con los socialistas para desencadenar un
proceso revolucionario en España. Sobre todo una vez que el gobierno
republicano-socialista perdió las elecciones frente a la derecha de la CEDA y
el Partido Republicano Radical de Lerroux. Esta victoria electoral de la
derecha en noviembre de 1933 fue tomada por los anarquistas como una antesala
del mismo fascismo que había triunfado en Italia y que comenzaba a dar sus
primeros pasos en Alemania. Melchor y “Los Libertos”, así como el grupo “Los
Intransigentes”, eran partidarios de llegar a una inteligencia con los
socialistas. Para otros grupos de la FAI madrileña, los socialistas tenían una
carga muy negativa como para llegar a acuerdos con ellos.
En
ese contexto, con una conflictividad obrera en Madrid que estaba llevando a la
CNT a tener posiciones cada vez más poderosas frente a su rival UGT, donde la
política de los Jurados Mixtos, tan criticados por Melchor Rodríguez, se
derrumbaba y se imponía la acción directa incluso en algunas sociedades obreras
de la UGT, estalló la huelga general de octubre de 1934, cuyo fracaso llevó a
la cárcel a muchos militantes libertario. Melchor Rodríguez, que había sufrido
mucha prisión, se erigió en defensor de los presos. Cuestión que le llevó incluso
a negociar con el Ministro de la Gobernación, el radical Eloy Vaquero, la
libertad de algunos de esos presos. Consiguió la libertad de 250, pero la
acción de Melchor no fue bien vista por algunos sectores del movimiento
libertario madrileño que apartaron a Melchor, y a su inseparable amigo
Celedonio Pérez, de la FAI durante unos meses. Esa sensibilidad de Melchor por
el derecho de los presos le acompañará toda su vida.
A
pesar de la represión tras la huelga de octubre, el movimiento libertario
siguió siendo muy influyente en Madrid y Melchor era uno de sus protagonistas. Siguió
trabajando por el desarrollo de la CNT y en enero de 1936 se reintegró a la
FAI. Un momento crucial, pues el anarcosindicalismo debatió y aprobó la
conveniencia del pacto con la UGT para plantar batalla al capitalismo y como
mecanismo de autodefensa ante lo que consideraban el avance del fascismo. Así
quedó aprobado en el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936.
Para
aquellas fechas, Melchor Rodríguez era ya una figura fundamental del
sindicalismo y del anarquismo madrileño.
La Guerra Civil. La humanidad
en la barbarie
El
18 de julio de 1936 un grupo de militares y de civiles se levantaron en armas
contra la legalidad republicana. Ese golpe de Estado, organizado de antemano
por personalidades de la derecha monárquica y que venía fraguándose entre
determinados militares desde el mismo día que se proclamó la República, provocó
una Guerra Civil que duró tres años.
En
Madrid, los sublevados del cuartel de la Montaña fueron vencidos por la labor
que las organizaciones obreras desempeñaron en la resistencia. El movimiento
obrero, que hasta entonces era un organismo de resistencia, se convertía desde
ese instante en un organismo de gestión.
Sin
embargo las pasiones que se desataron aquellos primeros momentos, de aquella
represión en caliente que aconteció en la retaguardia republicana, hizo que
muchos integrantes de esas organizaciones obreras se pusiesen en guardia contra
los abusos. Desde los periódicos, los grupos y los sindicatos se hicieron
llamamientos al orden, a poner fin a los abusos de algunos. En Barcelona se
realizaron actos contundentes, como fue el caso de Gardeñas. En Madrid, la figura
de Melchor Rodríguez se levantó por encima del resto.
Y
es que poco a poco la República fue restituyendo el orden. Se comenzaron a
desarrollar los Tribunales revolucionarios, garantistas, para frenar cualquier
tipo de abuso. Las prisiones de partido fueron clausuradas en noviembre de 1936
(eso que la historiografía franquista ha llamado “checas” y que ha hecho
fortuna, cuando en realidad no eran “checas”). Mientras el terror se imponía en
la retaguardia de los sublevados, el orden se reorganizaba en la republicana.
Sin
embargo, el asedio a Madrid provocó uno de los hechos más negros de la República
en guerra. La única matanza masiva en la misma se llevó a cabo en el mes de
noviembre por mediación de sacas de presos, bajo la excusa de traslado, que
eran conducidos, de forma extraoficial, a la zona de Paracuellos del Jarama
donde eran ejecutados. Integrantes de la Junta de Defensa de Madrid y de la
Dirección General de Seguridad estaban al tanto de ello. Melchor Rodríguez, que
había sufrido la represión y la cárcel, no podía aguantar como se violentaba la
libertad y se ponía en peligro a la República. Ya había protegido, de forma
individual, a personalidades de la derecha que corrían el peligro de poder ser
asesinadas. Pero en ese momento fue nombrado, por su compañero anarquista Juan
García Oliver, Director General de Prisiones. La llegada de Melchor puso fin a
las sacas y a las matanzas de Paracuellos del Jarama. Melchor prohibió el
traslado de ningún preso entre las 20:00 y las 8:00. Se encargó personalmente
de saber que los contingentes que salían de las prisiones madrileñas llegaban a
su destino. Evitó, jugándose la vida, una matanza en la prisión de Alcalá de
Henares cuando la ciudad fue duramente bombardeada por la aviación de los
sublevados. Para Melchor aquellos presos tenían derechos. Melchor actuó como un
anarquista y cumplió con lo que tenía que hacer un Director General de
Prisiones de la República. Esto le llevó a enfrentamientos con aquellos que
desde la misma trinchera de defensa de la legalidad, vio en los gestos de
Melchor un favor a la causa sublevada. Sus enfrentamientos con el comunista
José Cazorla fueron famosos.
Melchor
hizo cumplir la ley y ya no hubo matanzas en las prisiones republicanas. Cuando
salió de la Dirección General de Prisiones, siguió trabajando por los derechos
de los presos. Quizá Melchor pecó de exceso de bondad y confianza. Mucha gente
de su círculo íntimo le iba a traicionar cuando la Guerra estaba acabando. Su
compañero y amigo Celedonio se lo advirtió y ya le dijo que algunos de su
entorno eran de la Quinta Columna. Pero Melchor no se lo creyó. Se equivocó. Tras
el golpe de Casado, Melchor tuvo un importante cargo de confianza al frente del
Ayuntamiento de Madrid, que le llevó a ser el último alcalde la ciudad cuando
las tropas franquistas entraban en la capital. Fue, junto con Julián Besteiro,
una de las pocas personalidades de la legalidad republicana que permaneció en
la ciudad.
A
pesar de los esfuerzos, del cumplimiento del deber en sus cargos, de llevar sus
ideas a todos los lugares, Melchor era uno más de los derrotados. Comenzaba la
dictadura.
La larga noche de la dictadura
Melchor
cumplió su deber y eso le costó caro. Para el franquismo no había piedad con
los vencidos. El 13 de abril de 1939, tras un homenaje a uno de los hermanos
Álvarez Quintero, en el que Melchor participó por la amistad que le unía a
ellos, fue detenido y encarcelado. Se le acusó de participar en la detención y
muerte del ex ministro Rafael Salazar Alonso así como de los hermanos González
Amezúa. Se le condenó a muerte y se le comentó la pena, tal se explicaba al
inicio de este artículo.
Pero
aquella España oscura y gris del franquismo, una España de represión y miedo,
no podían paralizar la actividad de Melchor. Se implicó en la reconstrucción de
las organizaciones libertarias. Apoyó sin dilación la oposición antifranquista.
Y eso que, al igual que a Juan Peiró, le ofrecieron participar de los
sindicatos franquistas. Melchor lo rechazó. Eran sus enemigos ideológicos. Y él
era un anarquista integral. Y volvió muchas veces a la cárcel por su oposición
a la dictadura. Nunca quiso el favor de nadie y siguió trabajando como agente
de seguros. Pero también Melchor era un artista y escribió poemas, canciones y
coplas.
Fue
polémica la medalla que Bobby Deglané, una de las personas que Melchor salvó la
vida, le dio en su programa “Cantar las 40”en 1964. Melchor aceptó la medalla y
aprovechó para dar un discurso de reafirmación anarquista, de reafirmación de
su cometido al frente de la Dirección General de Prisiones y de su ideario
libertario. En la puerta de la casa de Melchor siempre hubo una bandera
rojinegra que ponía “Melchor Rodríguez. Título de honor: persona decente.”.
Melchor
vivió y murió siendo un anarquista. El 14 de febrero de 1972 se apagó su vida.
Sus compañeros anarquistas acompañaron el féretro hasta el Sacramental de San Justo,
donde encontró un nicho para su cuerpo. Allí fue enterrado con bandera
rojinegra. Pero allí también fueron algunos de sus enemigos ideológicos a los
que salvó la vida por cumplir con su deber. También quisieron darle su último
adiós.
Recuperar a Melchor
Una
vez abordada la figura de Melchor Rodríguez y lo que significó para la historia
reciente de España, conviene hacer un merecido reconocimiento a la trayectoria
de quien más ha hecho por recuperar la vida de Melchor: Alfonso Domingo.
Alfonso
Domingo es algo más que un periodista, documentalista y escritor. Es un
apasionado de su trabajo. Y eso se nota en el resultado de todas sus
investigaciones. Porque cuando le pones cariño y empeño a algo el resultado
suele ser excelente. Y ese es el bagaje de Alfonso. Y a todo esto le une ser un
gran profesional, lo que hace que la calidad de sus trabajos sea muy alta.
Igualmente,
Alfonso Domingo es alguien preocupado por recuperar la historia más reciente de
nuestro país. Y lo hace de una forma valiente, quizá algo adquirido por haber
sido corresponsal de guerra.
Entre
los libros que Alfonso ha trabajado la temática de la recuperación histórica,
destacaría El canto del búho: la vida en
el monte de la guerrilla antifranquista, Historia de los españoles en la II Guerra Mundial, El enigma de Tina (historia de la actriz
Tina de Jarque y su ‘desaparición’ durante la Guerra Civil española) o su La balada de Billy el Niño. Pero Alfonso
no se ha parado solo en la literatura. Su pasión por el documental le ha
llevado a realizar algunos como Almas sin
fronteras sobre la Brigada Lincoln, La
memoria recobrada sobre la memoria histórica, Bajo todas las banderas sobre los españoles en la Segunda Guerra
Mundial o Héroes invisibles.
Afroamericanos en la Guerra de España, un interesante documental donde
completa sus estudios sobre la Brigada Lincoln y sobre los negros que
estuvieron en ella combatiendo en España.
Esta
incansable actividad le ha llevado a realizar dos magníficos trabajos sobre el
personaje que hoy nos centramos: Melchor Rodríguez. A nivel bibliográfico su
obra de 2010 ya citada: El ángel rojo. La
historia de Melchor Rodríguez, el anarquista que detuvo la represión en el
Madrid republicano. Una amplísima y trabajada biografía a nivel documental,
que sacó del cajón del olvido a este personaje. No contento con ello, se puso a
trabajar en un documental que estrena ahora y que es de una enorme calidad: Melchor Rodríguez. El ángel rojo. Dos
obras que hacen justicia con Melchor.
El
tesón y el buen trabajo de Alfonso no han sido únicos. Hay que citar también el
empeño de la familia de este anarquista. Porque Melchor volvió a la escena,
nunca mejor dicho, cuando su bisnieto, Rubén Buren, dramaturgo y escritor,
llevó a escena la obra La entrega de
Madrid, sobre los último días de la Guerra en la capital de la República y
la actuación del Melchor Rodríguez al frente de la misma.
Son
todos buenos antecedentes para recuperar a Melchor.
Coda
Melchor
es una figura extraordinaria. Una de las muchas que dio el movimiento obrero y
el anarquismo si bien ha trascendido su persona. Fue siempre un anarquista
integral, de aquellos que nunca iban a renunciar a la CNT y a la FAI. Melchor
hubiese dado su vida por el anarquismo (más de una vez se expuso) pero nunca
habría matado por unas ideas que consideraba igualdad, libertad y armonía. Lo
que hizo al frente de la Dirección General de Prisiones fue su deber como cargo
de la República y como anarquista, que fueron sus ideas. Muy lejos de la visión
que algunos han querido dar de un “quintacolumnista” (no lo fue y siempre
combatió a sus enemigos) ni de la imagen que algunos de esos enemigos
intentaron dar de él. Si algo detestaba Melchor era el fascismo que tuvo a
España bajo bota militar durante tantos lustros.
Era
de justicia el trabajo que Alfonso Domingo ha hecho alrededor de Melchor. Era
de justicia rescatar la memoria y la figura de un hombre decente.