Este verano, Stuart Christie me encargó realizar el prólogo para la reedición de la obra de José García Pradas Teníamos que perder, que su editorial Christie Books ha sacado en formato de libro digital. Este es el texto que preparé, que también está en versión inglesa.
Cuando hace unas semanas Stuart
Christi me propuso escribir unas letras como prefacio de la
re-edición del libro de ¡Teníamos
que perder!,
de García Pradas, no dudé en aceptar el guante para dicho trabajo.
Una re-edición necesaria para seguir desentrañando, con todos los
protagonistas y agentes en la mano, lo que fue la historia de la
España republicana en los últimos días de la guerra.
Y
el libro viene en un momento importante. En los últimos años hemos
asistido a la publicación de valiosos trabajos que han tratado de
acercar el final de la República. Cabría destacar la obra que en
2009 publicaron los historiadores Ángel Viñas y Fernando Hernández
Sánchez El
desplome de la República (Crítica,
Barcelona, 2009), coincidiendo con el 70 aniversario del final de la
contienda. Un libro completo y muy documentado sobre el significado
del final de la Guerra. Cuando se alcanzó el 75 aniversario del
final de la Guerra aparecieron otros dos importantes trabajos. El
catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel
Bahamonde, publicó el libro Madrid,
1939. La conjura del coronel Casado (Cátedra,
Madrid, 2014), centrado básicamente en los aspectos militares y la
figura de Segismundo Casado. El profesor Paul Preston publicó El
final de la Guerra. La última puñalda a la República (Debate,
Barcelona, 2014), donde hace un pormenorizado análisis de las
figuras fundamentales del final de la cotienda y del posicionamiento
de las distintas organizaciones al conflicto. El libro de Preston
tiene dos grandes virtudes. En primer lugar analiza los antecedentes
que llevaron al final de la Guerra Civil, las fuertes disputas en el
interior del bando republicano y los diversos focos de conflicto que
se dieron en la débil España republicana en marzo de 1939. Por otra
parte, Preston traza su libro en un análisis de tres figuras de
aquel final: Juan Negrín, presidente del Gobierno de la Segunda
República, Segismundo Casado, militar leal a la República pero
ambicioso, y Julián Besteiro, una de las figuras más importantes
del socialismo español en la década de 1910, 1920 y 1930.
Sin
embargo, lo que no se ha aboradado en ningún estudio monográfico o
se deja en segundo plano subsidiario es el papel que los anarquistas
jugaron en aquellos momentos. Quiza porque la complejidad del tema
daría para un solo libro. Quiza porque algunos de los personajes que
fueron protagonistas de aquellos sucesos en el campo libertario han
quedado desdibujados con el paso del tiempo. José García Pradas fue
uno de ellos.
Antes de entrar en desentrañar algunas claves de los anarquistas en
el golpe de Casado, hay que hacer notar que lo que aquí se re-edita
son unas memorias. Y como todas las memorias son autojustificativas
del personaje. A pesar de ello, las memorias son importantes para
establecer un estado de la cuestión. Como punto de partida para
nuevas investigaciones. Y para tener encima de la mesa todas las
cartas. Luego, a partir de esas memorias, hay que recomponer a partir
de la documentación la actuación del movimiento libertario.
En este prefacio vamos a tratar de acercanos a lo que fue la actitud
de los libertarios ante el golpe de Casado. Y tambieén acercaros
biográficamente a algunas de sus figuras, como José García Pradas,
Eduardo Val, González Marín o Cipriano Mera, con la idea de no
desfigurarlos y analizarlos en su todo y no en una parte.
El 'anticomunismo' en el movimiento libertario
Una
de las máximas que se extiende en cualquier historiografía es
simplificar los acontecimientos. Hacer bloques cerrados y monolíticos
con la idea de ajustar una historia más cómoda. Pero la realidad es
muy distinta y, sobre todo, muy compleja. Ciertamente existió un
fuerte anticomunismo en algunos sectores anarquistas. Pero más que
anticomunismo deberíamos de hablar de anti-PCE. Las razones son
variadas pero se pueden resumir de forma simple. El PCE había sido
desde su nacimiento en 1921 una fuerza minoritaria en el campo del
obrerismo español. Incluso durante la República, el Partido
Comunista no pasó de ser una fuerza testimonial, que solo consiguió
un diputado en 1933 y diecisiete en 1936 gracias a la coalición del
Frente Popular. Sin embargo la estrategia de los comunistas españoles
poco a poco iba dando sus frutos. Lejos de los primeros años de
ortodoxia, el PCE paulatinamente se fue abriendo a otras capas de la
sociedad y cuando se produjo se el golpe de Estado de 1936 era un
partido cohesionado, que aglutinaba en su seno a sectores obreros
disconformes con la política del PSOE y de los libertarios, pero
también a algunas capas de la burguesía que veía en el PCE un
partido de orden y de Estado. De hecho las únicas organizaciones que
llegan al inicio de la Guerra Civil unidas fueron el PCE y la CNT,
que había conseguido reunificarse en el Congreso de Zaragoza de mayo
de 1936. Comunistas y anarquistas se veían reforzados frente a sus
rivales socialistas y republicanos que cada vez estaban más
divididos. La estrategia comunista de unificación salió triunfante
en el caso de la juventudes con la fusión de las juventudes
socialistas y comunistas, naciendo las Juventudes Socialistas
Unificadas (JSU), o en Cataluña con la fundación del Partido
Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Esto provocó una lucha por
el control del movimiento obrero. Comunistas y libertarios
rivalizaron para que la mayoría del proletariado español estuviese
adscrito a sus posiciones. Mientras la gran asignatura pendiente de
los comunistas fue el sindicalismo, al no llegar a articular un
sindicato de carácter comunista y fracasar en su intento de control
de la CNT a inicio de la década de 1930, los militantes comunistas
se volcaron sindicalmente en la UGT con el objetivo de hacerse con el
control de la organización sindical. Tarea complicada pues tuvieron
que rivalizar con caballeristas y besteiristas. La CNT, por el
contrario, si que aglutinó a una parte importante de la clase obrera
sindicada.
Esta situación provocó irremediablemente un choque de posiciones
entre los libertarios y los comunistas. Un choque que se plasmó de forma
muy clara durante la Guerra Civil. Se rivalizó en el campo político,
se rivalizó en campo militar, se rivalizó en el campo económico,
en la visión de Guerra, etc. Una rivalidad que en tiempo de
normalidad habría llevado a enfrentamiento político pleno, pero que
en el contexto de guerra alcanzó posiciones criminales. Se
sucedieron episodios de enfrentamientos entre comunistas y
anarquistas que cristalizaron en los suceso de mayo de 1937. Y en
toda esta cuestión la peor parte la recibieron, en un primer
momento, los libertarios. Los sucesos de Mayo significaron una
quiebra en los proyectos libertarios lo se aprovechó para
desalojarlos de los órganos de gobierno y debilitar su posición
revolucionaria. Algo que el movimiento libertario tuvo muy en cuenta
al producirse el golpe de Casado en marzo de 1939.
Aquí
conviene hacer una aclaración. La posición de los anarquistas
respecto a su participación gubernamental y en el Ejército no es
monolítica. Hubo un sector del anarquismo que estuvo en contra de
esa colaboración. Pero hubo una amplia mayoría del movimiento
libertario que lo aceptó, haciendo una concesión histórica en sus
planteamiento antiestatistas y antimilitaristas. Porque esa
colaboración continuó tras los sucesos de Mayo y llegaron a tener
un quinto ministro en el gabinete de Juan Negrín: Segundo Blanco al
frente del Ministerio del Instrucción Pública.
Aun así los anarquistas consideraron que la responsabilidad de su
situación la tenían los comunistas. A lo mismo que los comunistas
consideraban que los anarquistas estaban boicoteando la marcha de la
guerra por sus posiciones. Una actitud irreconliable que llevó a
nuevos enfrentamientos.
Casado y los 'casadistas'
Los Hechos de Mayo de 1937 no fue el colofón ni el final a los
enfrentamientos. Si los comunistas en aquel momento se sintieron más
cómodos el gobierno de Negrín lo cierto es que a nivel militar y
del comisariado comenzaron a perder influencia de forma paulatina.
Por su parte, la CNT intentó contrarrestar el creciente poder
comunista en el sindicalismo aproximándose al sector caballeristas
de la UGT para crear un comité de enlace entre ambas sindicales que
reformazara la posición del obrerismo. Un sector caballerista que
también se vio perjudicado después de Mayo de 1937, al ser
desalojado Largo Caballero como presidente del gobierno y sustituido
por Negrín. Este acercamiento entre CNT y UGT para recuperar un
poder que habían perdido no fue bien visto por algunos sectores del
propio anarcosindicalismo, como el de su secretario general Mariano
Rodríguez Vázquez que si bien se mostraba partidario de la unión
con la UGT también apoyaba al gobierno de Negrín.
Sin embargo, la diversidad geográfica fue nuevamente determinante en
la posición de los libertarios. Y la CNT madrileña siempre se había
visto subordinada frente a los comunistas. Cuando en los días
previos al golpe de Estado de Casado, círculos cercanos al militar
toman contacto con los libertarios, muchos de ellos ven en ese
movimiento contra el gobierno de Negrín una oportunidad para
desquitar cuentas de los sucedido en el pasado.
Contrastando la información queda claro que los objetivos de Casado
diferían mucho de los planteamientos de los libertarios y de los
caballeristas. De hecho, nadie creía en una rendición
incondicional. Los libertarios desconfiaban de un personaje militar
como Casado, que lo que pretendía era hacer una especie de “abrazo
de Vergara” y pasar a la historia como aquel militar que había
acabado con la guerra de forma “honrosa”. Una “honra” que los
anarquistas no concedían a Franco ni a ninguno de los militares
rebeldes. Eran conscientes que la Quinta Columna estaba en el
interior del propio círculo militar de Casado, como el caso de José
Centaño de la Paz. Pero también consideraron los anarquistas que el
gobierno de Negrín estaba liquidado, que las promesas de armas de
Francia e Inglaterra quedaban enterradas cuando esos países
reconocieron en febrero la legitimidad del gobierno de Franco. Para
los anarquistas la posición de Negrín era insostenible.
Consideraban que los comunistas estaban haciendo una labor de presión
sobre Negrín y éste estaba completamente entregado a ellos. Tal y
como Cipriano Mera muestra en sus memorias, la idea era apoyar
Casado, desalojar a los comunistas de los órganos de dirección y
poder, dar una tregua mínima a Casado para ver que planteaba y
cuando las cosas no fuesen que como establecían seguir resistiendo
la embestida de los rebeldes. Sin embargo, esos cálculos no le
salieron bien a los libertarios ni a los caballeristas, que
finalmente se vieron desbordados y el golpe de Casado precipitó el
final de la Guerra como nadie hubiese querido que acabase.
Lo que si es evidente es que las motivaciones de Casado y su círculo
era muy distinta de muchos de aquellos que le apoyaron. En el caso de
los libertarios, por lo que se ha podido ver en muchas memorias y
documentos, fue un apoyo circunstancial pero nunca de objetivos. Otra
cuestión es como terminaron los acontecimientos ante un conflicto
que pintaba muy complicado para la España antifascista.
A
tiempo pasado hay quien platea que la resistencia a ultranza que
defendían los comunistas habría sido efectiva porque seis meses
después estalló la Segunda Guerra Mundial. La pregunta tiene ida y
vuelta. Porque si bien nadie sabía en marzo de 1939 que la Guerra
Mundial iba a estallar ese mismo año cabría preguntar: ¿Cúal
habría sido la posición del PCE ante ese conflicto una vez que
Stalin y Hitler cerraron el pacto germano-soviético? En cualquier
caso no merece la pena hacer historia ficción ni ucronías. Más que
nada porque quizá Casado si era un entreguista, pero el movimiento
libertario también creía en la resistencia. El problema venía de
una querellas históricas que precipitaron los acontecimientos.
Entonces, no es lo mismo Casado que los 'casadistas'
Algunos protagonistas libertarios
Un último eje a tratar es los protagonistas del acontecimiento.
Porque, normalmente, hay personajes que salen mal parados. La razón
de ellos es porque se juzga su actuación en marzo de 1939 pero se
olvida todo un pasado de militancia obrera y de represión posterior.
Siendo ecuánimes, me voy centrar en alguno de esos personajes: José
García Pradas, Eduardo Val, Manuel González Marín, Cipriano Mera y
Melchor Rodríguez.
García
Pradas, autor del texto que presentamos, nació en un pueblo de
Burgos en 1910. Su procedencia era de familia acomodada lo que le
permitió estudiar. Traslado en la década de 1930 a Valencia,
García Pradas comienza a tomar contacto con círculos libertarios y
escribe para el diario La
Tierra,
acabando por trasladarse a Madrid como redactor de dicho diario.
Abandona el periódico y comienza a trabajar de albañil
inscribiéndose en el poderoso Sindicato Único de la Construcción de
la CNT. Igualmente forma parte de la FAI madrileña. Al estallar la
Guerra su posición dentro de la CNT adquiere carisma y se llega a
convertir en el director de diario CNT
y Frente
Libertario.
Estuvo en los frente de batalla y su posición fue claramente
frentepopulista y de unidad de acción con la UGT. Aunque en sus
texto hacía una fuerte crítica al comunismo soviético. Tras la
Guerra se exilia en Francia y acabó en Londres, donde trabajó de
camarero, peón y entregado a las tareas literarias, haciendo de
García Pradas uno de los escritores más prolíficos del movimiento
libertario, por la gran cantidad de textos que escribió. Aunque
parece que se fue alejando de la CNT, nunca dejó los ideales
libertarios.
Eduardo
Val Bescós, nació en Jaca en 1908 y es uno de los grandes
desconocidos del anarquismo madrileño. Participó en la sublevación
de Galán y García Hernández en 1930 pasando posteriormente a
Madrid donde se convirtió en el máximo organizador del Sindicato
Único Gastronómico de la CNT madrileña, siendo protagonista de
multitud de huelgas donde se pedían condiciones dignas a los
camareros. Junto con la construcción fue el otro gran sector del
anarcosindicalismo madrileño. Perteneciente a los Comités de
Defensa de la CNT, su actuación en la defensa de Madrid fue
fundamental así como su participación en distintos frentes de
batalla. Los datos de Val son escasos pero parece que fue organizador
de la retaguardia y vigilancia de la quinta columna. Val apoyó el golpe de Casado y al final de la guerra se tuvo que exiliar recalando
en Gran Bretaña. Mantuvo desde allí contactos con García Oliver y
también con Largo Caballero, al que al parecer le unía una gran
amistad. Fue detenido en Francia y encarcelado en Toulouse. Logró evadirse cuando iba camino de un campo de concentración nazi. Al acabar la guerra mundial participó en la reconstrucción de la CNT, pero acabó alejándose por la desazón que le produjo las divisiones
internas. La vida de Val es todo un misterio por la escasez de datos
que tenemos de él.
Manuel González Marín nació en Cieza (Murcia). Participó desde
muy temprano en el movimiento obrero, con su implicación en huelgas
y movilizaciones que le llevó en más de una ocasión a la prisión.
Cuando el golpe de Estado de julio de 1936 se encontraba preso y
tardó unas semanas en salir, participando de un motín en la cárcel.
Una vez fuera, González Marín participa del Consejo Municipal
(Ayuntamiento) y de la Junta de Defensa de Madrid junto a Amor Nuño
(acusado en los últimos tiempos, injustamente, de ser el organizador
de las matazas de Paracuellos del Jarama). Su enfrentamiento con José
Carzorla fue mas que evidente. González Marín perteneció a los Comités de Defensa confederal. Tras la guerra civil marchó al
exilio y participó de la resistencia, acabando preso en Toulouse.
Logró llegar a París antes de que los nazis le mandase a un campo
de concentración. Participó en la recomposición de la CNT, siendo
de los sectores colaboracionistas. Parece que acabó expulsado de la
CNT aunque siguió participando en la prensa libertaria.
La gran figura del anarcosindicalismo madrileño fue, sin duda,
Cipriano Mera. Nacido en 1897 en Madrid, Mera desde muy pronto se
vinculó al obrerismo, primero en la UGT y luego en la CNT. Fue el
organizador y dinamizador del Sindicato Único de la Construcción de
la CNT que rivalizó con la poderosa Federación de Edificacion de la
UGT de Edmundo Domínguez. Al estallar la Guerra, Mera esta en
prisión. Salió y rápidamente participó de las milicias que vencen
la sublevación militar en Alcalá de Henares y Guadalajara. Mera,
desde ese momento, se convierte en el perfecto ejemplo de
reconversión de obrero en militar procedente de milicias. Llegó a
dirigir la 14 División y a ser el Jefe del IV Cuerpo de Ejército,
participando en la Batalla de Guadalajara. Sus unidades fueron
fundamentales para vencer a las unidades comunistas tras el golpe de
Casado. Al finalizar la Guerra, Mera parte al exilio a Orán.
Detenido es deportado a España donde es juzgado y condenado a
muerte. Se le conmutó la pena por la de treinta años. Al salir de
prisión participó de la reconstrucción clandestina de la CNT y
finalmente va al exilio. Allí siguió vinculado al movimiento
libertario y trabajando como albañil. Llegó incluso a participar en
las jornadas de Mayo del 68. Falleció en su exilio parisino, en la
modestía, en 1975.
Por último destacaríamos a Melchor Rodríguez. Nacido en Sevilla
en 1893, se trasladó a Madrid y adquirió desde muy temprano las
ideas anarquistas. Afiliado a la CNT e impulsor de la FAI, Melchor
pasa por ser una de las grandes figuras del anarquismo madrileño.
Participó de numerosas huelgas que le llevaron a prisión. También
fue protagonista en el levantamietno de Jaca de 1930. Durante la
República criticó las medidas laborales y políticas de la misma y
participó en huelgas y manifestaciones junto a su inseparable
Celedonio Pérez. No estuvo exento de polémica al ser una persona
dialogante que intentó la libertad de los presos en cualquier
momento, lo que llevó a negociar con el Ministro de Gobernación, Eloy Vaquero, siendo criticado y hasta expulsado de la FAI durante
unos meses. Al estallar la Guerra, Melchor se rebeló como el mejor
ejemplo del anarquismo humanista. Al frente de la Dirección General
de Prisiones frenó las sacas de presos que estaban siendo ejecutado
de forma arbitraria en Paracuellos, lo que le valió entre los
derechistas el sobrenombre de “El Ángel Rojo”. Labor humanitaria
que no paró durante toda la guerra. Al finalizar el conflicto se
quedó al frente del Ayuntamiento de Madrid como último alcalde la
ciudad y entregar la misma a las tropas sublevadas. Tras la Guerra
fue detenido y condenado a treinta años de prisión. Salió y entró
en cárcel de forma ininterrumpida, participando en la reconstrucción
libertaria en la clandestinidad. Hasta en 34 ocasiones fue detenido y
encarcelado. Sin embargo su actuación en la guerra le valió el
respeto de muchos vencedores que salvaron su vida gracias a la
actuación de Melchor. Falleció en Madrid en 1972.
Hubo muchos más personajes, como Mauro Bajatierra, Eduardo de
Guzmán, etc., pero estos son suficientemente representativos para
comprobar que fueron vidas dedicadas a la militancia obrera y
libertaria. Que ser 'casadistas' no les libró de nada y que la
represión y el exilio fue lo que les esperó al finalizar la guerra.
Algunos nunca más volvieron a España. En el caso de Mauro
Bajatierra fue asesinado en la puerta de su casa el 28 de marzo de
1939. Y Feliciano Benito fusilado en el cementerio de Guadalajara en
1940. La venganza de Franco no tuvo piedad con los vencidos.
La historia del anarquismo en la jornadas de marzo de 1939 aun está
por escribir. Este libro solo es una mota de arena en un gran
desierto por explorar.
Pd: La versión inglesa, en este enlace: http://www.christiebooks.com/ChristieBooksWP/2016/07/the-war-ends-in-tragedy-for-some-misunderstood-anarchists-by-juan-vadillo-munoz-translation-of-his-preface-to-teniamos-que-perder/
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