jueves, 25 de agosto de 2016

EL TRÁGICO FINAL DE LA GUERRA PARA UNOS INCOMPRENDIDOS ANARQUISTAS

Este verano, Stuart Christie me encargó realizar el prólogo para la reedición de la obra de José García Pradas Teníamos que perder, que su editorial Christie Books ha sacado en formato de libro digital. Este es el texto que preparé, que también está en versión inglesa.

Cuando hace unas semanas Stuart Christi me propuso escribir unas letras como prefacio de la re-edición del libro de ¡Teníamos que perder!, de García Pradas, no dudé en aceptar el guante para dicho trabajo. Una re-edición necesaria para seguir desentrañando, con todos los protagonistas y agentes en la mano, lo que fue la historia de la España republicana en los últimos días de la guerra.
Y el libro viene en un momento importante. En los últimos años hemos asistido a la publicación de valiosos trabajos que han tratado de acercar el final de la República. Cabría destacar la obra que en 2009 publicaron los historiadores Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez El desplome de la República (Crítica, Barcelona, 2009), coincidiendo con el 70 aniversario del final de la contienda. Un libro completo y muy documentado sobre el significado del final de la Guerra. Cuando se alcanzó el 75 aniversario del final de la Guerra aparecieron otros dos importantes trabajos. El catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, Ángel Bahamonde, publicó el libro Madrid, 1939. La conjura del coronel Casado (Cátedra, Madrid, 2014), centrado básicamente en los aspectos militares y la figura de Segismundo Casado. El profesor Paul Preston publicó El final de la Guerra. La última puñalda a la República (Debate, Barcelona, 2014), donde hace un pormenorizado análisis de las figuras fundamentales del final de la cotienda y del posicionamiento de las distintas organizaciones al conflicto. El libro de Preston tiene dos grandes virtudes. En primer lugar analiza los antecedentes que llevaron al final de la Guerra Civil, las fuertes disputas en el interior del bando republicano y los diversos focos de conflicto que se dieron en la débil España republicana en marzo de 1939. Por otra parte, Preston traza su libro en un análisis de tres figuras de aquel final: Juan Negrín, presidente del Gobierno de la Segunda República, Segismundo Casado, militar leal a la República pero ambicioso, y Julián Besteiro, una de las figuras más importantes del socialismo español en la década de 1910, 1920 y 1930.
Sin embargo, lo que no se ha aboradado en ningún estudio monográfico o se deja en segundo plano subsidiario es el papel que los anarquistas jugaron en aquellos momentos. Quiza porque la complejidad del tema daría para un solo libro. Quiza porque algunos de los personajes que fueron protagonistas de aquellos sucesos en el campo libertario han quedado desdibujados con el paso del tiempo. José García Pradas fue uno de ellos.
Antes de entrar en desentrañar algunas claves de los anarquistas en el golpe de Casado, hay que hacer notar que lo que aquí se re-edita son unas memorias. Y como todas las memorias son autojustificativas del personaje. A pesar de ello, las memorias son importantes para establecer un estado de la cuestión. Como punto de partida para nuevas investigaciones. Y para tener encima de la mesa todas las cartas. Luego, a partir de esas memorias, hay que recomponer a partir de la documentación la actuación del movimiento libertario.
En este prefacio vamos a tratar de acercanos a lo que fue la actitud de los libertarios ante el golpe de Casado. Y tambieén acercaros biográficamente a algunas de sus figuras, como José García Pradas, Eduardo Val, González Marín o Cipriano Mera, con la idea de no desfigurarlos y analizarlos en su todo y no en una parte.

El 'anticomunismo' en el movimiento libertario

Una de las máximas que se extiende en cualquier historiografía es simplificar los acontecimientos. Hacer bloques cerrados y monolíticos con la idea de ajustar una historia más cómoda. Pero la realidad es muy distinta y, sobre todo, muy compleja. Ciertamente existió un fuerte anticomunismo en algunos sectores anarquistas. Pero más que anticomunismo deberíamos de hablar de anti-PCE. Las razones son variadas pero se pueden resumir de forma simple. El PCE había sido desde su nacimiento en 1921 una fuerza minoritaria en el campo del obrerismo español. Incluso durante la República, el Partido Comunista no pasó de ser una fuerza testimonial, que solo consiguió un diputado en 1933 y diecisiete en 1936 gracias a la coalición del Frente Popular. Sin embargo la estrategia de los comunistas españoles poco a poco iba dando sus frutos. Lejos de los primeros años de ortodoxia, el PCE paulatinamente se fue abriendo a otras capas de la sociedad y cuando se produjo se el golpe de Estado de 1936 era un partido cohesionado, que aglutinaba en su seno a sectores obreros disconformes con la política del PSOE y de los libertarios, pero también a algunas capas de la burguesía que veía en el PCE un partido de orden y de Estado. De hecho las únicas organizaciones que llegan al inicio de la Guerra Civil unidas fueron el PCE y la CNT, que había conseguido reunificarse en el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936. Comunistas y anarquistas se veían reforzados frente a sus rivales socialistas y republicanos que cada vez estaban más divididos. La estrategia comunista de unificación salió triunfante en el caso de la juventudes con la fusión de las juventudes socialistas y comunistas, naciendo las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), o en Cataluña con la fundación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Esto provocó una lucha por el control del movimiento obrero. Comunistas y libertarios rivalizaron para que la mayoría del proletariado español estuviese adscrito a sus posiciones. Mientras la gran asignatura pendiente de los comunistas fue el sindicalismo, al no llegar a articular un sindicato de carácter comunista y fracasar en su intento de control de la CNT a inicio de la década de 1930, los militantes comunistas se volcaron sindicalmente en la UGT con el objetivo de hacerse con el control de la organización sindical. Tarea complicada pues tuvieron que rivalizar con caballeristas y besteiristas. La CNT, por el contrario, si que aglutinó a una parte importante de la clase obrera sindicada.
Esta situación provocó irremediablemente un choque de posiciones entre los libertarios y los comunistas. Un choque que se plasmó de forma muy clara durante la Guerra Civil. Se rivalizó en el campo político, se rivalizó en campo militar, se rivalizó en el campo económico, en la visión de Guerra, etc. Una rivalidad que en tiempo de normalidad habría llevado a enfrentamiento político pleno, pero que en el contexto de guerra alcanzó posiciones criminales. Se sucedieron episodios de enfrentamientos entre comunistas y anarquistas que cristalizaron en los suceso de mayo de 1937. Y en toda esta cuestión la peor parte la recibieron, en un primer momento, los libertarios. Los sucesos de Mayo significaron una quiebra en los proyectos libertarios lo se aprovechó para desalojarlos de los órganos de gobierno y debilitar su posición revolucionaria. Algo que el movimiento libertario tuvo muy en cuenta al producirse el golpe de Casado en marzo de 1939.
Aquí conviene hacer una aclaración. La posición de los anarquistas respecto a su participación gubernamental y en el Ejército no es monolítica. Hubo un sector del anarquismo que estuvo en contra de esa colaboración. Pero hubo una amplia mayoría del movimiento libertario que lo aceptó, haciendo una concesión histórica en sus planteamiento antiestatistas y antimilitaristas. Porque esa colaboración continuó tras los sucesos de Mayo y llegaron a tener un quinto ministro en el gabinete de Juan Negrín: Segundo Blanco al frente del Ministerio del Instrucción Pública.
Aun así los anarquistas consideraron que la responsabilidad de su situación la tenían los comunistas. A lo mismo que los comunistas consideraban que los anarquistas estaban boicoteando la marcha de la guerra por sus posiciones. Una actitud irreconliable que llevó a nuevos enfrentamientos.

Casado y los 'casadistas'

Los Hechos de Mayo de 1937 no fue el colofón ni el final a los enfrentamientos. Si los comunistas en aquel momento se sintieron más cómodos el gobierno de Negrín lo cierto es que a nivel militar y del comisariado comenzaron a perder influencia de forma paulatina. Por su parte, la CNT intentó contrarrestar el creciente poder comunista en el sindicalismo aproximándose al sector caballeristas de la UGT para crear un comité de enlace entre ambas sindicales que reformazara la posición del obrerismo. Un sector caballerista que también se vio perjudicado después de Mayo de 1937, al ser desalojado Largo Caballero como presidente del gobierno y sustituido por Negrín. Este acercamiento entre CNT y UGT para recuperar un poder que habían perdido no fue bien visto por algunos sectores del propio anarcosindicalismo, como el de su secretario general Mariano Rodríguez Vázquez que si bien se mostraba partidario de la unión con la UGT también apoyaba al gobierno de Negrín.
Sin embargo, la diversidad geográfica fue nuevamente determinante en la posición de los libertarios. Y la CNT madrileña siempre se había visto subordinada frente a los comunistas. Cuando en los días previos al golpe de Estado de Casado, círculos cercanos al militar toman contacto con los libertarios, muchos de ellos ven en ese movimiento contra el gobierno de Negrín una oportunidad para desquitar cuentas de los sucedido en el pasado.
Contrastando la información queda claro que los objetivos de Casado diferían mucho de los planteamientos de los libertarios y de los caballeristas. De hecho, nadie creía en una rendición incondicional. Los libertarios desconfiaban de un personaje militar como Casado, que lo que pretendía era hacer una especie de “abrazo de Vergara” y pasar a la historia como aquel militar que había acabado con la guerra de forma “honrosa”. Una “honra” que los anarquistas no concedían a Franco ni a ninguno de los militares rebeldes. Eran conscientes que la Quinta Columna estaba en el interior del propio círculo militar de Casado, como el caso de José Centaño de la Paz. Pero también consideraron los anarquistas que el gobierno de Negrín estaba liquidado, que las promesas de armas de Francia e Inglaterra quedaban enterradas cuando esos países reconocieron en febrero la legitimidad del gobierno de Franco. Para los anarquistas la posición de Negrín era insostenible. Consideraban que los comunistas estaban haciendo una labor de presión sobre Negrín y éste estaba completamente entregado a ellos. Tal y como Cipriano Mera muestra en sus memorias, la idea era apoyar Casado, desalojar a los comunistas de los órganos de dirección y poder, dar una tregua mínima a Casado para ver que planteaba y cuando las cosas no fuesen que como establecían seguir resistiendo la embestida de los rebeldes. Sin embargo, esos cálculos no le salieron bien a los libertarios ni a los caballeristas, que finalmente se vieron desbordados y el golpe de Casado precipitó el final de la Guerra como nadie hubiese querido que acabase.
Lo que si es evidente es que las motivaciones de Casado y su círculo era muy distinta de muchos de aquellos que le apoyaron. En el caso de los libertarios, por lo que se ha podido ver en muchas memorias y documentos, fue un apoyo circunstancial pero nunca de objetivos. Otra cuestión es como terminaron los acontecimientos ante un conflicto que pintaba muy complicado para la España antifascista.
A tiempo pasado hay quien platea que la resistencia a ultranza que defendían los comunistas habría sido efectiva porque seis meses después estalló la Segunda Guerra Mundial. La pregunta tiene ida y vuelta. Porque si bien nadie sabía en marzo de 1939 que la Guerra Mundial iba a estallar ese mismo año cabría preguntar: ¿Cúal habría sido la posición del PCE ante ese conflicto una vez que Stalin y Hitler cerraron el pacto germano-soviético? En cualquier caso no merece la pena hacer historia ficción ni ucronías. Más que nada porque quizá Casado si era un entreguista, pero el movimiento libertario también creía en la resistencia. El problema venía de una querellas históricas que precipitaron los acontecimientos. Entonces, no es lo mismo Casado que los 'casadistas'

Algunos protagonistas libertarios

Un último eje a tratar es los protagonistas del acontecimiento. Porque, normalmente, hay personajes que salen mal parados. La razón de ellos es porque se juzga su actuación en marzo de 1939 pero se olvida todo un pasado de militancia obrera y de represión posterior. Siendo ecuánimes, me voy centrar en alguno de esos personajes: José García Pradas, Eduardo Val, Manuel González Marín, Cipriano Mera y Melchor Rodríguez.
García Pradas, autor del texto que presentamos, nació en un pueblo de Burgos en 1910. Su procedencia era de familia acomodada lo que le permitió estudiar. Traslado en la década de 1930 a Valencia, García Pradas comienza a tomar contacto con círculos libertarios y escribe para el diario La Tierra, acabando por trasladarse a Madrid como redactor de dicho diario. Abandona el periódico y comienza a trabajar de albañil inscribiéndose en el poderoso Sindicato Único de la Construcción de la CNT. Igualmente forma parte de la FAI madrileña. Al estallar la Guerra su posición dentro de la CNT adquiere carisma y se llega a convertir en el director de diario CNT y Frente Libertario. Estuvo en los frente de batalla y su posición fue claramente frentepopulista y de unidad de acción con la UGT. Aunque en sus texto hacía una fuerte crítica al comunismo soviético. Tras la Guerra se exilia en Francia y acabó en Londres, donde trabajó de camarero, peón y entregado a las tareas literarias, haciendo de García Pradas uno de los escritores más prolíficos del movimiento libertario, por la gran cantidad de textos que escribió. Aunque parece que se fue alejando de la CNT, nunca dejó los ideales libertarios.
Eduardo Val Bescós, nació en Jaca en 1908 y es uno de los grandes desconocidos del anarquismo madrileño. Participó en la sublevación de Galán y García Hernández en 1930 pasando posteriormente a Madrid donde se convirtió en el máximo organizador del Sindicato Único Gastronómico de la CNT madrileña, siendo protagonista de multitud de huelgas donde se pedían condiciones dignas a los camareros. Junto con la construcción fue el otro gran sector del anarcosindicalismo madrileño. Perteneciente a los Comités de Defensa de la CNT, su actuación en la defensa de Madrid fue fundamental así como su participación en distintos frentes de batalla. Los datos de Val son escasos pero parece que fue organizador de la retaguardia y vigilancia de la quinta columna. Val apoyó el golpe de Casado y al final de la guerra se tuvo que exiliar recalando en Gran Bretaña. Mantuvo desde allí contactos con García Oliver y también con Largo Caballero, al que al parecer le unía una gran amistad. Fue detenido en Francia y encarcelado en Toulouse. Logró evadirse cuando iba camino de un campo de concentración nazi. Al acabar la guerra mundial participó en la reconstrucción de la CNT, pero acabó alejándose por la desazón que le produjo las divisiones internas. La vida de Val es todo un misterio por la escasez de datos que tenemos de él.
Manuel González Marín nació en Cieza (Murcia). Participó desde muy temprano en el movimiento obrero, con su implicación en huelgas y movilizaciones que le llevó en más de una ocasión a la prisión. Cuando el golpe de Estado de julio de 1936 se encontraba preso y tardó unas semanas en salir, participando de un motín en la cárcel. Una vez fuera, González Marín participa del Consejo Municipal (Ayuntamiento) y de la Junta de Defensa de Madrid junto a Amor Nuño (acusado en los últimos tiempos, injustamente, de ser el organizador de las matazas de Paracuellos del Jarama). Su enfrentamiento con José Carzorla fue mas que evidente. González Marín perteneció a los Comités de Defensa confederal. Tras la guerra civil marchó al exilio y participó de la resistencia, acabando preso en Toulouse. Logró llegar a París antes de que los nazis le mandase a un campo de concentración. Participó en la recomposición de la CNT, siendo de los sectores colaboracionistas. Parece que acabó expulsado de la CNT aunque siguió participando en la prensa libertaria.
La gran figura del anarcosindicalismo madrileño fue, sin duda, Cipriano Mera. Nacido en 1897 en Madrid, Mera desde muy pronto se vinculó al obrerismo, primero en la UGT y luego en la CNT. Fue el organizador y dinamizador del Sindicato Único de la Construcción de la CNT que rivalizó con la poderosa Federación de Edificacion de la UGT de Edmundo Domínguez. Al estallar la Guerra, Mera esta en prisión. Salió y rápidamente participó de las milicias que vencen la sublevación militar en Alcalá de Henares y Guadalajara. Mera, desde ese momento, se convierte en el perfecto ejemplo de reconversión de obrero en militar procedente de milicias. Llegó a dirigir la 14 División y a ser el Jefe del IV Cuerpo de Ejército, participando en la Batalla de Guadalajara. Sus unidades fueron fundamentales para vencer a las unidades comunistas tras el golpe de Casado. Al finalizar la Guerra, Mera parte al exilio a Orán. Detenido es deportado a España donde es juzgado y condenado a muerte. Se le conmutó la pena por la de treinta años. Al salir de prisión participó de la reconstrucción clandestina de la CNT y finalmente va al exilio. Allí siguió vinculado al movimiento libertario y trabajando como albañil. Llegó incluso a participar en las jornadas de Mayo del 68. Falleció en su exilio parisino, en la modestía, en 1975.
Por último destacaríamos a Melchor Rodríguez. Nacido en Sevilla en 1893, se trasladó a Madrid y adquirió desde muy temprano las ideas anarquistas. Afiliado a la CNT e impulsor de la FAI, Melchor pasa por ser una de las grandes figuras del anarquismo madrileño. Participó de numerosas huelgas que le llevaron a prisión. También fue protagonista en el levantamietno de Jaca de 1930. Durante la República criticó las medidas laborales y políticas de la misma y participó en huelgas y manifestaciones junto a su inseparable Celedonio Pérez. No estuvo exento de polémica al ser una persona dialogante que intentó la libertad de los presos en cualquier momento, lo que llevó a negociar con el Ministro de Gobernación, Eloy Vaquero, siendo criticado y hasta expulsado de la FAI durante unos meses. Al estallar la Guerra, Melchor se rebeló como el mejor ejemplo del anarquismo humanista. Al frente de la Dirección General de Prisiones frenó las sacas de presos que estaban siendo ejecutado de forma arbitraria en Paracuellos, lo que le valió entre los derechistas el sobrenombre de “El Ángel Rojo”. Labor humanitaria que no paró durante toda la guerra. Al finalizar el conflicto se quedó al frente del Ayuntamiento de Madrid como último alcalde la ciudad y entregar la misma a las tropas sublevadas. Tras la Guerra fue detenido y condenado a treinta años de prisión. Salió y entró en cárcel de forma ininterrumpida, participando en la reconstrucción libertaria en la clandestinidad. Hasta en 34 ocasiones fue detenido y encarcelado. Sin embargo su actuación en la guerra le valió el respeto de muchos vencedores que salvaron su vida gracias a la actuación de Melchor. Falleció en Madrid en 1972.

Hubo muchos más personajes, como Mauro Bajatierra, Eduardo de Guzmán, etc., pero estos son suficientemente representativos para comprobar que fueron vidas dedicadas a la militancia obrera y libertaria. Que ser 'casadistas' no les libró de nada y que la represión y el exilio fue lo que les esperó al finalizar la guerra. Algunos nunca más volvieron a España. En el caso de Mauro Bajatierra fue asesinado en la puerta de su casa el 28 de marzo de 1939. Y Feliciano Benito fusilado en el cementerio de Guadalajara en 1940. La venganza de Franco no tuvo piedad con los vencidos.

  La historia del anarquismo en la jornadas de marzo de 1939 aun está por escribir. Este libro solo es una mota de arena en un gran desierto por explorar.

Pd: La versión inglesa, en este enlace: http://www.christiebooks.com/ChristieBooksWP/2016/07/the-war-ends-in-tragedy-for-some-misunderstood-anarchists-by-juan-vadillo-munoz-translation-of-his-preface-to-teniamos-que-perder/

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