Artículo publicado en la edición digital de Diagonal el pasado 18 de julio
El 18 de julio de 1936 un grupo
de militares con apoyo de algunos sectores civiles y una gran parte de la
Iglesia deciden dar un golpe de Estado contra la República española. Algunas
tropas ya se había sublevado el día 17, sobre todo en las zonas del
protectorado de Marruecos. Otras tardaría algún día, como en Barcelona y en
Madrid.
El
golpe de Estado no fue un hecho espontáneo. Fue un proceso larvado que comenzó
a fraguar en la mente de sus protagonistas desde el propio 14 de abril de 1931.
Incluso se realizó en agosto de 1932 una frustrada intentona golpista en la
persona del general Sanjurjo, que se sublevó en julio de 1936 y falleció por
accidente de aviación pocas horas después.
Lo
curioso de este golpe de Estado no es el proceso que llevó al mismo. El
problema fue el desenlace y toda la mitología que se fraguó por los años de
dictadura y de los sucesivos.
Lo
primero porque se presentó la guerra como algo inevitable. Presentaron a la
República como un sistema caótico que conducía al desastre y que un grupo de
militares salva la situación. El golpe de Estado y la Guerra Civil se equipara
a algo parecido a un terremoto o a una tormenta. Algo natural que no podía ser
de otra manera.
Valoraciones
partidistas y cualitativas que caen por su propio peso al acercarse a la
historia de la Segunda República. Cierto que existió violencia política, como
en cualquier otro sistema. No podemos olvidar los enormes problemas
estructurales que la República heredó. Además las fuerzas republicanas en
España siempre estuvieron muy divididas y el advenimiento de la República en
1931 vino de la mano, principalmente, del movimiento obrero. Un movimiento
obrero que una vez proclamada la República exigió resultados. Y esos resultados
no fueron satisfactorios para todos los sectores obreristas lo que generó una
quiebra entre República y movimiento obrero. Primeramente la extrema izquierda
republicana y el anarcosindicalismo que no vieron colmadas sus aspiraciones con
la República. Posteriormente la izquierda socialista, que con la salida del
PSOE del gobierno de coalición, tiene un acercamiento al anarcosindicalismo. La
victoria de la derecha en las elecciones de 1933 y la promulgación de una
regresión general de los derechos conquistados hace que el movimiento obrero se
vuelva a movilizar e intente buscar una unidad complicada entre las distintas
tendencias.
Sin
embargo, y basándonos en datos de distintos estudios, se concluye que la
mayoría de las víctimas que se producen por esa violencia política no es ni
mucho del Estado republicanos y de las organizaciones obreras contra las
derechas. Más bien es el resultado del enfrentamiento de unas fuerzas de orden
público que en muchas ocasiones no obedecían las ordenes contra las izquierdas.
No hubo casos de enfrentamientos entre fuerzas del orden público y
manifestaciones derechistas. Las razones son evidentes: 1. La derecha no
utilizaba la movilización como herramienta y 2. Cuando lo hacía había
connivencia entre esas fuerzas y las fuerzas derechistas. Muchos de esas
fuerzas, tanto de orden público y civil, se sublevan contra la República en
julio de 1936.
Aunque
en España no había ningún tipo de peligro comunista, como quiso plasmar la
propaganda golpista y franquista, lo cierto es que la Revolución de octubre de
1934 metió el miedo en el cuerpo a la burguesía. Por primera vez se desplazaron
tropas del protectorado de Marruecos para reprimir un movimiento huelguístico.
Y a la cabeza de dicha represión esta Franco. Amplios sectores del ejército, de
la Iglesia y de las clases acomodadas y conservadores de la sociedad tenían
pavor al avance del movimiento obrero. Igualmente no hay que olvidar que desde
antes de julio de 1936 las fuerzas monárquicas de Renovación Española de Calvo
Sotelo estaba en contacto con la Italia fascista y firmando contratos de
armamento para perpetrar el golpe de Estado. Lo mismo que diversos políticos
derechistas y fascistas de España había visitado Italia y Alemania en los meses
precedentes. Los casos de José María Gil Robles y José Antonio Primo de Rivera
son paradigmáticos. Dos países, Italia y Alemania, que dieron su apoyo total al
golpe franquista. Y una República que navegó en la completa soledad salvo
alguna excepción.
Y
la mejor manera de intentar justificar ese golpe de Estado fue establecer una
política de tensión contra las organizaciones de izquierdas y obreras. Tras la
victoria del Frente Popular en febrero de 1936 los grupos de extrema derecha se
lanzan a la calle para generar un clima de violencia. Los datos estadísticos
nos muestran que las agresiones y crímenes de los grupos de extrema derecha
(punto que lleva incluso a la ilegalización de Falange) son inumerables. La
respuesta generada por los grupos de izquierda no fue como la planteó el
franquismo y mantiene hoy muchos historiadores cercanos a esas posiciones.
Gracias a trabajos como el del profesor González Calleja se van esclareciendo
muchos puntos. Lejos quedan las visiones de planes trazados de antemano para
exterminar al enemigo. Incluso a tener de la bandera de la Iglesia. El
anticlericalismo se ha mostrado siempre como ese elemento esencial en las
izquierdas para justificar el golpe de Estado. Sin embargo los episodios de
violencia anticlerical durante la República son escasos. Y durante la Guerra
Civil habría que saber discernir que fue represión política y que fue represión
religiosa.
Lo
mismo cabe hablar un poco de los que consideran que todos fueron responsables,
que se asesino igual en las dos zonas. Muchas de estas afirmaciones vienen por
personajes que incluso justifican el golpe de Estado. ¿Es igual la represión en
la retaguardia republicana que en la retaguardia franquista? La respuesta en
no. La represión de la retaguardia republicana se centró en las primeras
semanas de la Guerra. Una represión provocada por la reacción frente al golpe
de Estado. Sin embargo la zona republicana se reestructuró. Y montó todo un
sistema garantista jurídico. La institucionalización de los Tribunales
Revolucionarios puso fin a los llamados consejillos que dictaban sentencias
arbitrarias. Los Tribunales Revolucionarios estaban conforme al derecho,
siempre en un escenario de Guerra. García Oliver al frente del Ministerio de
Justicia, avalado por reconocidos profesionales del derecho como Eduardo
Barriobero Herrán y Eduardo Ortega y Gasset, montó todo un sistema jurídico.
Así se mantuvo, con variantes, hasta el final de la Guerra Civil en marzo de
1939. Sin embargo en la retaguardia franquista se impuso el terror y el
exterminio para poder hacerse con el poder. Una dirección que ya marcaba el
general Emilio Mola cuando se sublevaron en julio de 1936. El discurso manido
de Paracuellos para los historiadores neofranquistas cada vez encaja menos. Y
mucho menos unas visiones que se desarrollan desde una supuesta “equidistancia”
que no hace sino justificar las bases del discurso histórico franquista. Es
curioso como varios trabajos y tesis doctorales que tratan estos temas parten
de la Causa General como fuente de documentación sin molestarse en contrastar
dichos datos con otros como los de los registros civiles (ahora privatizados
por gracia del gobierno de Rajoy), los archivos obreros o la propia
documentación del gobierno de la República.
La
malidicencia del franquismo que aun hoy perdura llega a tal grado que hace que
las responsabilidades se hayan invertido. Es fácil escuchar discursos, incluso
entre las propias víctimas del franquismo, donde hablan de la responsabilidad
de sus propios familiares asesinados a la hora de la ejecución. Esto es
producto de una machacona propaganda que así quiso que fuese. Lo que se pasa
por alto en estos discurso es que entre 1931 y 1939 ser afiliado a un partido
político de izquierdas o a un sindicato obrero no era un delito. Fue el
franquismo quien convierte eso en delito y con una aberración jurídica como el
carácter retroactivo de dicho delito. La Ley de Responsabilidades Políticas de
febrero de 1939 hace delito ser integrante de determinadas organizaciones desde
1934. Una ley que aun se mantiene en su esencia lo mismo que las generadas del Tribunal
Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo o del Tribunal de
Orden Público. Al no haber declarado ilegales los juicios del franquismo las
sentencias siguen vigentes. Juicios donde no se tenía las mínimas garantías de
defensa y el reo tenía la presunción de culpabilidad, nunca la de
inocencia.
Un
punto poco tratado por la historia es analizar que liquida el golpe de Estado,
la Guerra Civil y la posterior dictadura. El golpe del 18 de julio no fue solo
contra la forma de Estado republicana. En el marco de la República se venían
desarrollando distintas experiencias políticas y sociales que en muchos casos
querían superar a esa propia República. Las distintas redes de Ateneos,
escuelas, sindicatos, orfeones, bibliotecas, cooperativas, grupos
excursionistas, etc., estaban generando una cultura distinta. La cultura obrera
que se venía fraguando en España desde la introducción de la Internacional en
1868. Distintos modelos sociales movían a muchos de sus integrantes. Desde los
que defendían una profundización y perfeccionamiento democrático hasta los que
quería una República Democrática y Social pasando por aquellos que defendían la
Revolución Social y el establecimiento de una sociedad libertaria. Aunque
durante la Guerra Civil se postergaron algunas de estas aspiraciones la
finalidad en sus defensores siguió intacta. Incluso en la retaguardia
republicana se vivieron experiencias de transformación social. Los trabajadores
llegaron a dirigir la economía en el campo y en la industria a través de las
colectivizaciones y las explotaciones obreras. Un dato que ejemplificaba lo
avanzada que estaba la clase obrera española. Unas conquistas canalizadas, en
su gran mayoría, por el movimiento libertario español. El golpe de Estado
pulveriza cualquier opción de transformación progresiva de la sociedad
española. Toda la red que el movimiento obrero había tejido desde su fundación
quedo aniquilado. Y hoy apenas se recuerda. Ese es otro de los grandes
“triunfos” del franquismo. Haber condenado al ostracismo y al olvido multitud
de personajes y de experiencias.
Cuando
han pasado 78 años desde el golpe de Estado todavía quedan muchos lugares
comunes ante el mismo y muchas lagunas que investigar. Pero sobre todo quedan
muchas cunetas y fosas comunes que abrir, la prueba física de lo que significó
el golpe de Estado para el progreso y para los que pensaban distinto. Un
auténtico exterminio premeditado que según datos de organismo como Amnistía
Internacional sitúan a España a la cabeza de desaparecidos forzosos. Y llama
poderosamente la atención, incluso para la ONU, que desde el propio Estado no
se haya hecho nada para poder encontrar y recuperar a los desaparecidos. El tan
manido déficit democrático tiene su origen aquí
Todavía
queda mucho trabajo por delante.
Julián Vadillo Muñoz
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