Siguiendo con la serie de artículos en relación con la revolución rusa colgamos en este blog el artículo publicado en la edición en papel de El Salto y ampliado en la web de El Salto diario.
El desarrollo revolucionario ruso
no solo quedó circunscrito a sus fronteras. Sin embargo, el “proletarios de
todos los países, uníos”, lema histórico del socialismo, se tornó en nuevas
escisiones entre los partidarios del modelo soviético y los críticos con el
mismo, naciendo los partidos comunistas en diferentes lugares. España no fue la
excepción a este asunto.
Cuando
los acontecimientos de febrero y octubre se desarrollan en Rusia, España vivía
una ola de crisis política, económica y social acompañado de una movilización
obrera. En diciembre de 1916 las centrales sindicales UGT y CNT han llegado por
primera vez a acuerdos. La primavera de 1917 fue agitada con movilizaciones de
trabajadores en distintos sectores que desembocó en agosto de 1917 con la
declaración de una huelga general revolucionaria que acabó con la represión de
sus integrantes, el encarcelamiento del comité de huelga y la suspensión de las
libertades de reunión y prensa. El telón de fondo de la Revolución rusa se
dejaba sentir en los periódicos Solidaridad
Obrera y El Socialista.
El
triunfo de octubre en Rusia levantó esperanzas en el obrerismo español. Los
congresos del PSOE y de la CNT mostraron interés por los sucesos de Rusia. El
PSOE era partidario de la fusión de la II Internacional (a la que pertenecían)
con la III nacida de las jornadas revolucionarias rusas. La CNT, en su congreso
de 1919 se adhirió de forma unilateral a las nuevas estructuras internacionales
revolucionarias con la defensa del comunismo libertario como bandera. Pero ya
antes, en congresos de sectores claves como el agrario, los libertarios habían
mostrado su adhesión a los principios emanados de la revolución rusa.
Los
anarquistas hicieron de la revolución de octubre una bandera de defensa, sin
saber en muchas cuestiones que estaba sucediendo realmente en Rusia. El
periódico Tierra y Libertad llegó a
decir en sus páginas que en Rusia había triunfado la anarquía. Como Manuel
Buenacasa expuso en los artículos que en esas fechas escribió para Solidaridad Obrera así como años después
en sus reflexiones históricas en el libro El
movimiento obrero español, 1886-1926, a los bolcheviques se les confundía
con los propios anarquistas y se veían en ellos la esperanza de una sociedad
nueva que había que exportar lo antes posible al territorio español.
Sin
embargo, las delegaciones que los dos organismos obreros más importantes de
España mandaron a los congresos de la Komintern (III Internacional) variaron la
posición de los organismos socialistas y anarquistas. El informe que Ángel
Pestaña elaboró para la CNT así como el elaborado por el francés Gastón Leval
en el congreso de la Profintern (Internacional Sindical Roja) revocó el acuerdo
de adhesión de los libertarios a las estructuras comunistas y su adhesión a la
renacida AIT en Berlín en 1922. Aunque hay que decir que con anterioridad
personajes como Eleuterio Quintanilla ya había mostrado sus reticencias ante el
significado de la toma del poder de los bolcheviques, la decisión final de la
CNT estuvo motiva por estas visitas e informes. El propio Buenacasa reconoció
el error al que le habían inducido la propia revolución y que aquellos que
fueron críticos con los bolcheviques estaban en lo cierto desde el inicio. Aun
así, los libros escritos por Pestaña posteriormente (70 días en Rusia. Lo que yo vi y 70 días en Rusia. Lo que yo pienso) seguía manteniendo por parte
del anarcosindicalismo un apoyo a lo que era en sí la revolución rusa, como
fenómeno popular, pero una oposición frontal a la dictadura impuesta por los
comunistas.
Solo un sector encabezado por Andreu Nin,
Joaquín Maurín e Hilario Arlandis se declaró pro-bolchevique y acabaron
saliendo de la CNT fundado sus propias estructuras comunistas, la Federación
Comunista Catalano-Balear ya en 1924. Antes de ello, y siguiendo las propias
consignas que dieron en Moscú, formaron los llamados Comités Sindicalistas
Revolucionarios que intentaron inclinar, sin éxito, a la CNT hacía las posturas
bolcheviques. Y a pesar del apoyo que estos personajes dieron a los
bolcheviques, intentaron trasmitir en el congreso de la Profintern que en
España las estructuras de partido no tenían aceptación entre la clase obrera y
que era el sindicalismo lo que había que hacer girar hacia las posiciones comunistas.
Además, el propio Arlandis, de pasado anarquista, tuvo un enfrentamiento
directo con Trotsky. De todos ellos fue Nin quien más se adhirió a los
principios comunistas y se estableció en Rusia hasta 1930 colaborando con
diversos organismos comunistas. Estos personajes fueron claves durante la
Segunda República como organizadores de estructuras marxistas no adheridas al
estalinismo como fue el Bloque Obrero y Campesino (BOC) de Maurín, la Izquierda
Comunista de España (ICE) de Nin y la unión posterior en el Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM) en 1935. Tal fue el enfrentamiento que llegaron
estos grupos que Nin fue asesinado en plena Guerra Civil por agentes
estalinistas en 1937.
Mi viaje
a la Rusia sovietista y la de Daniel Anguiano, partidario de la inclusión
del PSOE en la Komintern. En su libro, De los Ríos hizo una valoración de la
Rusia de Lenin y mostró la falta de libertades que se vivía, así como las carestías.
Al igual que los libros de Pestaña, fueron fuentes directas de análisis, en
este caso desde la perspectiva del socialismo reformista y democrático, de la
Revolución rusa desde la izquierda.
Por
su parte, el PSOE acudió a los congresos de la Komintern volviendo con dos
opiniones diferentes. La de Fernando de los Ríos, crítico con el modelo
soviético y plasmado en su libro
El
congreso del PSOE en abril de 1921 dio una victoria por estrecho margen a los
partidarios de no adherirse a la Komintern, provocando una escisión con el
nacimiento del Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Antes, las Juventudes
Socialistas habían tenido una escisión que dio origen en 1920 al nacimiento del
Partido Comunista Español (conocido como “el partido de los 100 niños”). A
instancias de la propia Internacional, ambos organismos se fusionaron naciendo
en noviembre de 1921 el Partido Comunista de España (PCE), cuya influencia en
el obrerismo español fue escasa hasta los prolegómenos de la Guerra Civil. Aun
así personajes de primera hora del socialismo como Ramón Lamoneda, Facundo
Perezagua (uno de los dirigentes socialistas y de la UGT de primera hora en el
País Vasco), Antonio García Quejido (fundador de la UGT), etc., acabaran en las
filas del comunismo. Algunos de ellos, como Lamoneda, acabarían retornando al
PSOE.