viernes, 28 de septiembre de 2012

LA REPRESIÓN SOBRE UN PUEBLO. DURÓN EN LA MEMORIA (1936-1939)


Poco a poco se va completando interesante e importantes estudios sobre la represión franquista. A las grandes obras, y dejando a un lado los debates sobre si lo que existió fue un holocausto, un genocidio o un régimen de terror, se van uniendo estudios locales donde se muestra cual fue realmente la dimensión de esa represión. Nos encontramos con pueblos donde no pasó nada durante el periodo bélico pero que tras la contienda sufrió la represión de los vencedores. Porque una cosa si que tiene que ir quedando meridianamente clara para afrontar nuevos estudios. Tras el último parte de guerra del 1 de abril de 1939, en España no se instaura la paz sino la victoria.
            Uno de los pueblos que nos muestra perfectamente la labor de “limpieza” que el franquismo se propone es el guadalajareño de Durón. Y la recuperación de esta memoria se la debemos a P. Carlos Paramio y su obra Durón en la memoria (1936-1939). Carlos Paramio no es  nuevo en estas lides de la recuperación de la memoria. En el año 2010 editaba la que hasta ahora es la obra más voluminosa sobre la represión en la provincia de Guadalajara: La represión franquista en Guadalajara. Esta última escrita junto a Pedro y Xulio García Bilbao, fundadores e impulsores del Foro por la Memoria de Guadalajara. En la obra sobre Durón, editada también por la editorial Silente, Paramio nos adentra en la historia de su pueblo que es también la historia de su propia familia.
            Durón es un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara, cercano a otros núcleos de población más importantes de la zona como Trillo, Cifuentes o Sacedón. Como casi todos los pueblos de la provincia estaban fuertemente influenciados por el caciquismo que el Conde de Romanones imponía a Guadalajara. Al proclamarse la República, Durón comenzó a atisbar algunos conatos de modernización, si bien de forma muy lenta, como en casi todos los pueblos de Castilla. En aquellos momentos comienza a desarrollarse un movimiento obrero plasmado en el desarrollo de sociedades de la Unión General de Trabajadores. También, y casi coincidiendo con las elecciones de 1936, existía en la población una pequeña agrupación de Izquierda Republicana.
            Durante la Guerra Civil, Durón hizo lo que se realizó en casi todos los pueblos de la retaguardia republicana. El Ayuntamiento o Consejo Municipal lo detentó las organizaciones existentes del Frente Popular, se desarrollaron colectivizaciones, se gestionó directamente la sociedad y la economía, etc. Inexistentes fueron los casos de represión en aquellos momentos (tan solo unos casos y donde no existía responsabilidad de gente del pueblo) e incluso se cuidaron de que no existiese una destrucción de su patrimonio artístico. Incluso a pesar de la cercanía de las zonas de conflicto en la provincia de Guadalajara, Durón solo representó un lugar de refugio para decenas de personas que huían del terror.
            Razones había de sobra para que nadie temiese que les sucediese algo tras el conflicto bélico. Pero Carlos Paramio nos muestra bien que tras la Guerra Civil el pueblo sufrió una terrible represión. No solo por el encarcelamiento y ejecución de algunos de sus vecinos. Sino por la imposición del miedo que el régimen franquista desarrolla. Los casos que plasma Carlos, perfectamente sostenido por documentación que reproduce en la obra, muestra hasta que punto la vesania del fascismo se impone.
            Sin embargo, hasta hace poco, el pueblo de Durón todavía tenía placas conmemorativas para “los caídos por Dios y por España”. Placas que se reproducen en decenas de pueblos de la provincia de Guadalajara. Por el contrario, para las victimas republicanas, solo les cubre un manto de olvido, que hacen que obras como las de Carlos Paramio sean de enorme trascendencia e importancia.
            Sin embargo todavía nos queda por pulir algunas cosas. No solo han sido cuatro décadas de represión en España. Han sido también tres décadas largas de desmemorias y de lugares comunes, que en muchas ocasiones nos hacen generalizar cuestiones que no dejaron de ser anécdotas o excepciones. Por la obra de Carlos conocemos como el desarrollo de las organizaciones del Frente Popular en Durón fue tardío. A excepción de la Casa del Pueblo, poco más existió en Durón hasta el inicio de la Guerra. Con la guerra se desarrollan estructuras hasta entonces desconocidas. Surge el PCE, encabezado por la mayoría de estos ugetista, y la CNT, la otra gran organización sindical de la España republicana. Y es en este aspecto donde el libro de Paramio establece conclusiones generales a partir de aspectos particulares del pueblo, lo que puede incitar a la confusión y a la deformación de una historia ya de por sí trágica.
            No se nos oculta que en la retaguardia republicana quedaron muchos elementos partidarios del golpe de Estado. Falangistas, derechistas que se valieron de las propias organizaciones frentepopulistas y que tras la guerra actuaron como delatores. La Quinta Columna estaba organizada y muchos de sus integrantes tenían carné de diversas organizaciones de izquierda. En el pueblo de Durón, la CNT fue fundada por elementos derechistas, que tras la Guerra actuaron como chivatos y agentes del franquismo.
            Pero esta cuestión no nos puede llevar a afirmar, como hace Carlos en el libro, que si se produjo esta situación fue por una política de puertas abiertas de la CNT y por una visceralidad anticomunista (como se afirma también en algunas otras). Estas afirmaciones categóricas caen por su propio peso cuando investigamos la propia historia del movimiento libertario. Y ante ellos podemos considerar algunas cuestiones:
  1. A la CNT no le hacía falta una política de puertas abiertas para afianzar sus estructuras, pues era el sindicato mejor establecido en España, y que antes de la Guerra aglutinaba a casi 1500000 de trabajadores. Quizá otras organizaciones podrían haber optado más por ella, pues las estructuras sindicales estaban plenamente establecidas en España.
  2. Durante la Guerra Civil la CNT, a través de sus plenos y comicios (se pueden consultar en los diversos archivos del movimiento obrero) se dotó de mecanismo para intentar evitar la infiltración en sus filas. Por ejemplo se establecieron dos tipos de carnet: uno color marrón, que era el de toda la vida de la organización, y otro rojinegro que se le daba a todos aquellos que se afiliaron tras julio de 1936. Una política de seguridad para tener controlados a los nuevos afiliados. Igualmente un acuerdo organizativo establecía que solo podrían tomar cargos en la organización aquellos militantes que tuviesen una antigüedad, como mínimo, tres meses anterior al golpe de Estado. Solo en casos contados no se cumplió este punto.
  3. Decir que la CNT afiliada a derechistas por visceralidad anticomunista es como decir que el PCE lo hacía por visceralidad antianarquista. Ambas afirmaciones que no se sostienen.

Quiso la casualidad que en Durón un derechista desarrollará (muy tardíamente) las estructuras de la CNT. Y que se valió de ella para coger cargos de responsabilidad y luego actuar conforme a sus ideas al finalizar la Guerra. Pero esa política de infiltrados en diversas organizaciones no fue exclusiva de la CNT. Tres ejemplos:
  1. En la ciudad de Alcalá de Henares, la mayoría de los derechistas y quintacolumnistas que se presentaron como tal a la finalización del conflicto, habían estado afiliados a la UGT.
  2. Uno de los delatores de más renombre en este país fue Roberto Conesa, después “supercomisario”, que estuvo afiliado a las JSU durante la Guerra Civil en Madrid.
  3. La mayoría de los derechistas en Aragón se afiliaron al PCE, por la sencilla razón de que este partido defendía la propiedad frente a la política de colectivización animada por la CNT (y también por la UGT)

La conclusión es que no se pueden establecer categorías, conclusiones tan tajantes sobre lo que sucedió. No existió una política de puertas abiertas en la CNT. No fue la organización de los quintacolumnistas.

Aun con todo estamos ante una obra de investigación seria, trabajada, en la línea de cómo se tiene que investigar. El caso de Durón es un ejemplo más de lo que sucedió en España en la larga noche de la dictadura. Felicitar a Silente por el trabajado de edición, al Foro por la Memoria de Guadalajara por dar cobertura a estos hechos, y a Carlos por su trabajo de investigación animando a seguir por esta línea.  Recomiendo comprar y leer el libro. Todavía quedan muchos “Durones” que recordar. 

Julián Vadillo Muñoz

jueves, 13 de septiembre de 2012

COMO HAN SIDO LOS PROCESOS CONSTITUYENTES EN ESPAÑA

Ante los debates actuales en torno a procesos constituyentes, viene bien coger las lecturas de la historia de como se ha generado alguno de ellos, para entender la situación actual.

Desde la promulgación del Estatuto de Bayona de 1809 y la Constitución de Cádiz de 1812 son varias las cartas magnas que se han promulgado en el Estado español. Algunas no llegaban ni a constitución, como el Estatuto Real de 1834 que era una Carta Otorgada. Otras no llegaron ni a nacer, como la conocida como Constitución Non Nata de 1856.
    Pero de todas las constituciones, las que más nos interesa para un análisis pormenorizado del proceso de las mismas, por su carácter revolucionario o con características peculiares, destacaríamos la de 1869, producto de la Revolución Gloriosa que dio paso al Sexenio Revolucionario, la de 1931, producto de la Segunda República española, y la de 1978, que es la vigente. Vamos a poder comprobar como los procesos que generan la de 1869 y la de 1931, son muy distintos a la que genera la de 1978. Esto sirve para dar una lectura a lo que en la actualidad está sucediendo.
    En 1868 la situación del país había llegado a un punto insostenible. La inestabilidad de los distintos gobierno del reinado de Isabel II y las aventuras coloniales convertidas en estruendosos fracasos (como la Guerra de África y la paz de Wad Ras) pasan factura a la monarquía. Las fuerzas de la oposición al régimen isabelino (liberales, demócratas y republicanos) se unen en el Pacto Ostende que logra en septiembre de 1868 expulsar del país a Isabel II. Tras la búsqueda rápida de un nuevo rey, que recae en la figura de Amadeo de Saboya, se promueve la elaboración de una nueva constitución que supera la de 1845. La Constitución de 1869 era la más avanzada a su época. Se establecía el sufragio universal masculino. Se aprobaban leyes de asociación de carácter democrático que llegaban a España muchos años después de las mismas conquistas en Europa tras la Primavera de los pueblos de 1848. La Revolución de 1868 trae consigo un fuerte sentimiento de debate y de organización. Las fuerzas republicanas, divididas en diversas facciones, van creciendo en influencia. Se produce también la fundación del movimiento obrero organizado en la Federación Regional Española. No estamos solo ante una constitución, sino un cambio de tendencia en la política española. A la abdicación de Amadeo I como rey de España, le sucede la proclamación de la República en febrero de 1873. La nueva forma de régimen, que parte en una posición de debilidad, intenta promulgar una nueva constitución de carácter federal que es frenada por los sectores más reaccionarios de la sociedad española. Las guerras carlistas y la represión contra el movimiento cantonal, sirve como excusa para el golpe de Estado de Pavía en enero de 1874 y el pronunciamiento en Sagunto por Arsenio Martínez Campos que devuelve el poder a la Casa Borbón en la persona de Alfonso XII. Si el movimiento revolucionario había venido con motivo de un diverso movimiento popular, el retorno de la monarquía se produce a través de un golpe de Estado y de la fuerza de la armas. Se ponía así fin a la primera experiencia democrática española. En parte un proceso semirupturista, pues la simbología no llegó a cambiar (no dio tiempo a ello) y determinados sectores reaccionarios siguieron manteniendo influencia en la órbita de poder.
    Habría que esperar muchos años para ver un proceso similar. La constitución que se promulga en 1876, y que da paso al régimen de la Restauración, da su carpetazo final con la proclamación de la Segunda República en 1931. El advenimiento republicano viene precedido por un movimiento popular alrededor del mismo. Durante toda la dictadura de Primo de Rivera (último intento de salvaguardar los muebles la dinastía borbónica), republicanos y anarquistas, de forma mayoritaria, se lanzan a una oposición frontal contra la dictadura y la monarquía. El proceso que se inicia en enero de 1930 con la dimisión de Miguel Primo de Rivera es mucho más profundo que una mera unión de republicanos como siempre se ha querido presentar. El movimiento obrero libertario participa de lleno en un proceso destituyente de la monarquía. La unificación de fuerzas populares a través de huelgas, de movilización social, de contacto con los sectores más progresistas del Ejército, etc., posibilitan que las elecciones municipales de abril de 1931 se conviertan en plebiscitarias. La victoria en las principales capitales de provincia de los republicanos, como reflejo de esa oposición a la monarquía, viene motivada por todo lo anterior y no por el Pacto de San Sebastián solamente. De hecho, las fuerzas firmantes del Pacto de San Sebastián no se planteaban la proclamación de la República una vez conseguido el éxito electoral. Es el pueblo, la voluntad popular, la que proclama la República aquel 14 de abril de 1931 y hace que el gobierno provisional de ese Pacto de San Sebastián tome el poder. A partir de entonces ese gobierno se ve obligado a legislar a favor de ese pueblo que le aupado al poder. Unas veces acertó (como en los avances educativos) y otras fracasó estrepitosamente (como en la reforma agraria). Aquí está la raíz de la oposición anarquista a las medidas republicanas. Las elecciones posteriores a la proclamación de la República son constituyentes y esa Constitución de 1931 es producto de todo el movimiento revolucionario generado con la misma. La ruptura con el pasado es total. Se cambia los símbolos, las estructuras políticas, los modos de funcionamiento, etc.  Dejando a un lado los problemas estructurales de la República, las fuerzas reaccionarias vuelven a poner fin a la experiencia con un golpe de Estado y una cruenta guerra de exterminio contra sus enemigos. Una Guerra mantenida por una parte del Ejército, la derecha política, el clero y los sectores conservadores y pudientes de la sociedad.
    Viendo estos dos antecedentes, tanto el de 1868 como el de 1931, cabe preguntarse si tiene semejanza con el proceso que se inicia en España tras la muerte del Franco y desemboca en la Constitución de 1978. La respuesta es no. Mientras las dos anteriores constituciones proceden de momentos de ruptura revolucionaria, donde las fuerzas emergentes y alternativas son las que llevan la iniciativa, en 1978 en España se produce un pacto tácito entre las fuerzas franquistas y un sector de las fuerzas oposición al franquismo. El pacto significó el continuismo del régimen franquista. La ilegitimidad del régimen franquista, impuesto tras un golpe de Estado y una guerra, adoptaba una posición de “legitimidad” con la Constitución de 1978. No se produce ninguna ruptura con el pasado. La Carta Magna ratifica como Jefe de Estado a aquel que había designado Franco para sucederle. La ruptura con el franquismo queda frenada por la Ley de Amnistía, que dejaba en el olvido los crímenes de la dictadura. Las estructuras políticas fueron transformadas. Unos se adaptaron a las nuevas circunstancias (socialistas y comunistas) mientras otros fueron reprimidos por no adaptarse (anarquistas, extrema izquierda, etc.) Se anulaba cualquier posibilidad de oposición real. Se establecía un sistema electoral que favorecía a las castas políticas de los partidos mayoritarios. Se amparó el régimen capitalista emergente. El ejemplo lo tenemos en el propio PSOE. Al ganar las elecciones de 1982 promueve la creación de un “Estado del bienestar” con el único objetivo de destruirlo como parte del plan neoliberal que hoy está brotando con fuerza. No fue una constitución del consenso como se quiere presentar. Se hizo bajo una campaña de miedo y engaño provocando para que la gente la aceptara como “mal menor”. Por mucho que intenten maquillarlo, esa Constitución nada tiene que ver con la de 1869 o la 1931. La que más se le asemeja es la de 1876. Aunque mantiene el sufragio universal, legitima un poder del Estado surgido de la fuerza de las armas, ilegal y fomenta el bipartidismo (ayer conservadores-liberales, hoy PP-PSOE). Su promulgación no vino precedida de ningún movimiento revolucionario. Muy por el contrario, para llegar a promulgarla, tuvieron que eliminar a la oposición revolucionaria a la misma. Las cortes surgidas tras las primeras elecciones en 1977 no solo vetó a las candidaturas republicanas sino que ni siquiera se presentaron como constituyentes. El modelo de representación sindical era el franquista (modelo vertical) pero aplicado a un número mayor de sindicatos que aceptase las reglas del juego surgidos tras los Pactos de la Moncloa. Aquellos que se negaron (como la CNT) no solo quedaron fuera de juego sino que sus propias actividades no tendrían ningún reflejo en la prensa y medios de información. Y, como broche entre otras cosas, la bandera y el himno siguieron siendo los mismos que en el franquismo.
    Todos esos pactos que se firmaron entre 1975 (o incluso antes) y 1978 hoy han caducado. La cuestión es si el cambio sistémico que se prepara o se intuye tendrá componentes revolucionarios y transformadores como los de 1868 o 1931 (no como paradigma pero si como ejemplo popular) o volverán a redundar en lo cosechado en 1978 caminando hacía la “legalización” del capitalismo más salvaje.

Mauricio Basterra
 

domingo, 2 de septiembre de 2012

EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO ANARQUISTA INTERNACIONAL. 140 AÑOS DEL CONGRESO DE SAINT-IMIER

Artículo publicado en el último número del periódico CNT, con motivo del 140 aniversario del Congreso de Saint-Imier y el inicio del movimiento obrero anarquista internacional.

El Congreso reunido en Saint-Imier declara:
  1. Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado;
  2. Que toda organización de un poder político llamado provisional y revolucionario para llevar esa destrucción no puede ser otra cosa que un engaño más, y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos existentes en la actualidad;
  3. Que rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la revolución social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.

Esta es quizá la más importante de las conclusiones que los días 15 y 16 de septiembre de 1872 se tomaron el congreso internacional celebrado en la ciudad suiza de Saint-Imier. Es, básicamente, el pilar fundamental sobre el que se desarrollará el movimiento obrero anarquista internacional. De una clara influencia bakuninista se marcan perfectamente las diferencias entre el sector antiautoritario y el sector autoritario de la Internacional.
El congreso internacional de Saint-Imier marcó un antes y un después en la organización del proletariado internacional. Días antes, del 2 al 7 de septiembre de 1872, se había reunido en La Haya un congreso internacional impulsado por el Consejo General de la AIT residente en Londres. Encabezado por Karl Marx y Friedrich Engels, se procedió a la expulsión de Mijail Bakunin y James Guillaume de la Internacional. Las acusaciones de los marxistas eran vagas pero tuvieron resultados. El congreso de La Haya no se promocionó como era ordinario en el seno de la AIT, pues el objetivo de los marxistas era claro: eliminar la influencia antiautoritaria de la Internacional.
Cuando días después las secciones antiautoritarias celebraron el congreso en Saint-Imier, la ruptura de la Asociación Internacional de Trabajadores era ya un hecho. El movimiento obrero quedó dividido en ese momento entre el autoritarismo marxista y el antiautoritarismo anarquista. Aunque hubo intentos de reunificación, nunca fue posible. Las diferencias de táctica, estrategia, organización y finalidad eran muy grandes.

Como se llegó a la ruptura. Un repaso por la historia del movimiento obrero internacional

            El 28 de septiembre de 1864, en Londres, aprovechando una exposición universal, se decidió crear un organismo internacional que agrupara a todos los trabajadores del mundo para luchar contra la explotación capitalista. Delegados británicos, franceses, belgas e italianos (entre otros) así lo decidieron.
            Poco después, en 1865, se conformaba la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). Las distintas secciones de los países se integrarían en la Internacional con la intención de articular un movimiento obrero a la gran escala, donde valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y la lucha contra el sistema capitalista fueran los pilares fundamentales para la consecución de una sociedad distinta y con los trabajadores como elemento fundamental de la nueva vida.
            Aunque la importancia de Karl Marx y Friedrich Engels es innegable en este primer momento, la AIT respondía a distintas sensibilidades de estrategia y táctica política. En su seno se agrupaban desde marxistas a proudhonianos, de cooperativistas a comunistas, de socialistas utópicos a republicanos, etc. Toda una pléyade de personas que desde hacía mucho tiempo venían luchando en sus lugares de origen contra la explotación capitalista y que ahora veían la posibilidad de articularse y coordinarse a escala internacional.
            La fuerza y extensión de la AIT hizo que personalidades de renombre internacional en el campo revolucionario se fueran adscribiendo a la misma. Mijail Bakunin, revolucionario ruso, fundador del movimiento anarquista internacional, se adscribe a la misma. Su fama de revolucionario se la había ganado por la participación en numerosas revueltas, como la de Dresde en 1849. Otras personalidades como Guiseppe Fanelli o James Guillaume, también se afilian a la Internacional.
            Una Internacional que empezó a preocupar a los gobiernos europeos, que rápidamente se pusieron manos a la obra para cercenar su avance y poder reprimir a las secciones que iban surgiendo de la misma. El temor ante la articulación del movimiento obrero internacional era evidentemente.
            Pero en el seno de la Internacional comenzaron a aparecer las disputas. Desde el origen las posiciones de Marx eran claras a establecer una centralización de la organización así como una estrategia cerrada. La fundación de partidos políticos vanguardistas, que se funden con la intención de tomar el poder, es una de las premisas de Marx. El papel del Consejo General de la AIT, que es controlado por los marxistas, debe ser el de coordinador y ejecutor de las tácticas a nivel internacional. Una organización fuertemente centralizada.
            Sin embargo esa cuestión chocaba abiertamente con el sentimiento y desarrollo de muchas secciones de la AIT. En países como Francia, Italia, Suiza o España, la concepción centralizada no era bien recibida. La influencia del federalismo de Proudhon era muy fuerte. Igualmente son secciones que optan por la vía de creación de sociedades de resistencia o sindicatos para combatir el sistema. Y no de partidos políticos a los que ven como enemigos de la clase obrera. Desde el poder burgués no se podía combatir al burgués. Su concepción organizativa parte desde las secciones, siendo el Consejo General un mero instrumento de correspondencia. Una organización federal de abajo hacía arriba.
            Esos debates comenzaron a ser lesivos para la AIT, debido a que determinados sectores intentaban por todos los medios imponer su estrategia. Es el caso de los autoritarios de Marx, que no aceptaban la libertad de las secciones en el seno de la Internacional. Es el origen de la disputa Marx-Bakunin, del marxismo y del anarquismo.
            El canto de cisne lo marcó el estallido de la Comuna de París. En marzo de 1871 los trabajadores parisinos se constituyen en comuna. La Internacional se implica en le movimiento. La Comuna de París, donde los anarquistas proudhonianos son muy influyentes, adopta una concepción federal de la organización. Una organización de abajo a arriba emerge en la ciudad de París, sitiada por los prusianos y hostigada por los versallescos de Thiers. Hubo intentos de creación de Comunas en otros lugares de Francia (Narbonne, Marsella, etc.). En Lyon se llegó a tomar el Ayuntamiento y Bakunin tuvo una participación relevante. Al final las tropas versallescas arrasan París y asesinan a unos 20000 comuneros, entre ellos a internacionalistas como Eugene Varlin.
            La Comuna de París vino a confirmar el fracaso de la concepción determinista histórica del marxismo. Si de verdad se quería acabar con el sistema capitalista hacía falta una revolución y no la evolución natural de la historia. Algo que los anarquistas ya había advertido (Bakunin, Proudhon, etc.). El debate era si la Comuna compartió más del marxismo o del anarquismo.
            Aun así las posiciones antiautoritarias quedaron debilitadas tras la Comuna. La represión contra el movimiento obrero francés fue grande y allí el anarquismo tenía mucha influencia.
La Conferencia celebrada en Londres en 1871 marcaba también la tendencia que se quería imponer en el seno de la AIT. Sin la asistencia de Bakunin las calumnias del sector autoritario contra su persona no se hicieron esperar.
La ruptura estaba servida.

La importancia del congreso de Saint-Imier

            Confirmada la expulsión de Bakunin y Guillaume del seno de la Internacional por el congreso de La Haya, la reunión de los antiautoritarios en Saint-Imier tenía enorme importancia.
            En esta ciudad suiza se juntaron delegados españoles (Alerini, Farga Pellicer, Marselau y Morago), de EEUU (Lefrançais), de Francia (Camet y Pindy), de Italia (Bakunin, Cafiero, Costa, Fanelli, Malatesta y Nabruzzi) y Suiza (Guillaume y Schwitzguébel).
            Junto al acuerdo que hemos plasmado más arriba, el congreso de Saint-Imier sacó también otras importantes conclusiones.
            En primer lugar rechazan, de forma unanimidad, los acuerdos adoptados en La Haya y no reconocen ningún poder al Consejo General. A partir de ese momento se elabora un pacto de solidaridad entre las federaciones de la Internacional para evitar otro golpe autoritario en el seno de la misma.
            Ese pacto iba a estar representado por la amistad, la solidaridad y la defensa mutua de las distintas federaciones libres. Es el segundo gran acuerdo del congreso. Se declaran enemigos del centralismo y se adoptó la forma federal de funcionamiento. Habría una oficina de correspondencia entre secciones. El objetivo era claro: Proclaman que la conclusión de este pacto tiene como objetivo principal la salvación de esta gran unión de la Internacional, que la ambición del partido autoritario ha puesto en peligro.
            El congreso acordó que todo Estado y todo gobierno era enemigo de la clase obrera. La lucha tenía que tener una correspondencia entre los medios y los fines. Una sociedad que se fundaba sobre la violencia, el ejército, el espionaje, el clero, etc., nunca podría ser beneficiosa para la clase obrera. Se acuerda que la forma de organización será la resistencia al capital en gran escala y que la huelga es un instrumento indispensable de lucha contra sistema capitalista. Se aceptan las luchas económicas entre trabajo y capital para el mejoramiento de la clase obrera, pero nunca se tiene que desgajar de la lucha revolucionaria del proletariado contra el sistema capitalista.
            Saint-Imier sentó las bases del movimiento obrero anarquista Internacional y lo que será el posterior sindicalismo revolucionario.

La repercusión de Saint-Imier en el movimiento obrero español

            La Internacional había llegado a España en diciembre de 1868 de la mano de un anarquista italiano, Guissepe Fanelli. Éste entró en contacto con los sectores más avanzados del proletariado español (muchos de los cuales estaban inscritos, por entonces, en el republicanismo federal), quedando en 1870 establecida la primera sección de la Internacional en España, con el nombre de Federación Regional Española (FRE). Con anterioridad algunos delegados españoles habían participado en los congresos internacionales.
            La importancia e influencia de la FRE fue en aumento. Todo en un contexto revolucionario para España (el Sexenio Democrático). Tal fue la magnitud que las sociedades obreras de la FRE adquieren, que el gobierno intentar proscribirla, denominando a la Internacional como “la utopía filosofal del crimen”.
            España se iba a convertir en uno de los campos de batalla en el seno de la Internacional. La sección de España era claramente antiautoritaria. Por ello Marx envía a España un delegado de su confianza. Paul Lafargue, que venía huyendo de la represión de la Comuna de París, llega a España. El autor de El derecho a la pereza toma influencia entre un pequeño núcleo de militantes obreros madrileños (Pablo Iglesias, Francisco Mora, José Mesa, etc.) y se adhiere a la sección de Alcalá de Henares, impulsada por el fotógrafo Florencio Navarro, con el seudónimo de Pablo Farga. Este pequeño núcleo se organiza alrededor del periódico La Emancipación. Lafargue participa como delegado alcalaíno en el Congreso de Zaragoza de abril de 1872, donde ya se sientan las posturas de la ruptura de la Internacional en España. El núcleo madrileño funda la Nueva Federación Madrileña, frente a la Federación Local de la FRE en Madrid encabezada por Tomás González Morago y que publicaban el periódico El Condenado. Sin hacer ningún caso al Consejo Federal de la FRE, que desautorizaron las acciones de los núcleos madrileño y alcalaíno, y siendo reconocidos tras el Congreso de La Haya por el Consejo General de Marx, acaban fuera de la AIT. El movimiento obrero español fue mayoritariamente anarquista y celebró un importante congreso en Córdoba en 1873. Solo un minúsculo grupo fue seguidor del ideario marxista (aunque con mucho matices) y que con el tiempo articularon el Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores.

Las consecuencias de Saint-Imier

            Tras el congreso de Saint-Imier el movimiento obrero internacional quedó divido en dos. El núcleo marxista trasladó el Consejo General de Londres a Nueva York, feneciendo sus estructuras poco después. Ni siquiera los núcleos mas proclives al marxismo fueron capaces de mantenerse en su seno. Cuando en 1875 el socialismo alemán se unifica en el Programa de Gotha, y surge el SPD, no contó con el beneplácito de Marx. En el congreso de Filadelfia de 1875 deciden disolver la AIT.
            Por su parte el movimiento obrero anarquista celebró distintos congresos regulares hasta Verviers en 1877. Hubo un intento de unificación en el Congreso de Gante de ese mismo año, que fue un fracaso. Importantes para el mantenimiento de las estructuras internacionales anarquistas fue el Congreso de Londres de 1881 y el de Ámsterdam de 1907.
            Los marxistas volvieron a fundar una Internacional en 1889, agrupando a los distintos partidos socialistas del mundo. Una Internacional donde quedó excluido el anarquismo. Una Internacional que se volvió a dividir tras el estallido de la Revolución Rusa en 1917, surgiendo la III Internacional Comunista o Komintern. E incluso una IV Internacional agrupando a los partidos trotskistas y antiestalisnistas.
            Por su parte los libertarios tenían claro que tras el congreso de Ámsterdam de 1907 había que volver a articular una nueva Internacional. En 1922 hacen renacer la AIT en Berlín, donde se agrupan la mayoría de las organizaciones del sindicalismo revolucionario, entre ellas la CNT. En 1948 resurgió una Internacional Anarquista, en 1958 se crea la Conferencia Internacional Anarquista y en 1968 en Carrara la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA) donde está la Federación Anarquista Ibérica.

Julián Vadillo Muñoz

En la foto, de izquierda a derecha: Monchal, Charles Perron, Mijail Bakunin, Guiseppe Fanelli y Valerian Mroczkovsky